Murió un campesino pobre y piadoso y llegó a la puerta del cielo. Pero encontróse allí con un señor muy rico y opulento, que también pedía entrada. Acudió San Pedro con la llave, abrió la puerta y dejó pasar al señor. Sin duda no vio al humilde campesino, y lo dejó fuera. Desde el exterior, el hombre oyó cómo el rico era recibido con gran regocijo, al son de músicas y cantos. Cuando se restableció la calma, volvió San Pedro, abrió la puerta e invitó al campesino a entrar. Éste pensaba que también se le acogería con música; pero vio que todo permanecía tranquilo. Cierto que lo recibieron muy amablemente, y que los ángeles salieron a su encuentro; pero nada de cantos ni músicas. Entonces preguntó el buen hombre a San Pedro por qué no cantaban en su obsequio como habían hecho con el rico. Por lo visto, en el cielo había las mismas desigualdades que en la tierra. Respondióle San Pedro:
- ¡No digas tal cosa! Para nosotros, tú eres tan bien venido como otro cualquiera, y puedes gozar de la misma dicha que el rico. Lo que pasa es que campesinos pobres y humildes como tú, llegan todos los días; pero lo que es señores ricos, apenas entra uno cada cien años.
BIOGRAFIA
Cómo la sabiduria se esparció por el mundo |