Volver a CUENTOS POPULARES El sombrero mágico |
VOLVER A CUENTOS POPULARESCuentos infantilesLA RANITA QUE NO SABIA CANTARCuentos infantiles Érase una vez en un bosque muy lejano vivían tres ranitas pequeñitas. Eran hermanos, dos hermanas y nuestro protagonista el pequeño Croky. A él le gustaba mucho cantar, pero al contrario que sus hermanas que cantaban muy bien, Croky cuando cantaba parecía un globo deshinchándose. Su voz era fina y chillona. Por este motivo Croky se sentía muy desdichado. Era bastante infeliz, cuando oía cantar a sus dos hermanitas siempre pensaba que por qué él no lo podía hacer tan bien como ellas. Croky se esforzaba por intentarlo. Se adentraba en el bosque, donde nadie lo veía, y se ponía a cantar y cantar. Pero su voz siempre sonaba igual, por mucho que lo intentara. Un día mientras se esforzaba en lograrlo no vio, que cerca de él, detrás de unos arbustos se encontraba una anciana tortuga. Cuando terminó, como tantas veces, había sido desastroso. Esta vez no pudo resistir la desesperación y comenzó a llorar desconsoladamente. De pronto oyó un ruidito que hizo que se detuviera en seco, de detrás del ramaje vio salir a la anciana tortuga que se encaminó pausadamente hacia él. Al acercarse le - ¿Qué te pasa pequeño? Croky se puso muy colorado y respondió: - Nada que estaba cantando, me ha dado un calambre y… no he podido resistir el dolor. - ¡Anda ven aquí, y hablemos un rato! Cuéntame la verdad, ¿qué tienes? Quizás yo pueda ayudarte. Croky obedeció, sentándose a su lado. - No creo que puedas ayudarme. Nadie puede, por desgracia me encanta cantar es lo que más me gusta en la vida. Pero no puedo, lo hago fatal, en cambio mis hermanitas cantan de maravilla. La tortuga al oír esto se quedó pensativa. Después dijo: - ¿Tú crees que tus hermanas cantan muy bien y que nunca lo podrás hacer como ellas? - Sí, por supuesto -respondió Croky. - Ya veo -dijo la tortuga- vamos a intentar algo. Seguidamente se levantó, y con sus lentos andares hizo que Croky la acompañara. Lo llevó a una zona del bosque donde había una profunda gruta. Los dos se introdujeron en ella y la tortuga le dijo: - Yo me internaré en la cueva. Tú te quedarás aquí y con mi bastón te haré señales, cada vez que oigas un golpe, tendrás que ponerte a cantar. Ten en cuenta que cada vez yo iré adentrándome más y más en la gruta, lo que significa, que para oírte, tendrás que cantar tan fuerte como jamás hayas cantado y procurar vocalizar muy bien para que yo pueda entenderte. ¿Lo has comprendido? - Sí, sí -dijo Croky- pero lo veo bastante difícil. No sé si podré hacerlo, si mi voz será lo suficientemente potente. - Bueno es hora de comprobarlo. Yo tengo fe en ti y creo que una ranita con tanta fuerza de voluntad, tanto entusiasmo por algo y la ilusión que tú tienes por cantar, lo logrará. Dicho esto comenzó a andar. Introduciéndose en la cueva. Al poco rato Croky oyó un ruido y supo que era el golpe del bastón. Se puso inmediatamente a cantar, así continuó y continuó. Cada vez el golpe se oía más lejano, Croky sólo podía pensar en que la tortuga que había sido tan buena con él pudiera oírle. Por lo tanto se esforzó como nunca lo había hecho antes. Cantó alto muy alto, haciendo que su voz sonara limpia y clara. Y entonces sucedió, al principio no se dio cuenta de que aquella hermosa voz, potente y clarísima salía de su garganta. Pero al sentir que era él el que cantaba así, no se lo podía creer. Y cantó, y cantó tan alto y tan fuerte, que atrajo a todos los animalitos del bosque que lo escuchaban admirados. Pues nunca en sus vidas habían oído algo tan hermoso. Después de un buen rato cantando, la tortuga y nuestro amigo Croky salieron de la cueva. Lo que allí vieron los dejó admirados, sobre todo a Croky. Todo el bosque entero, estaba allí reunido, conejos, ciervos, aves, ardillas, tortugas… e incluso sus hermanitas aplaudían sin parar gritando: ¡¡bravo, bravo!! Croky se puso rojo como un tomate, mas su corazón quería estallar de felicidad, sus ojos se inundaron con lágrimas de emoción. Era el día más feliz de su corta vida. Cuando se recuperó un poco, se dirigió a la tortuga: - ¡Gracias, muchas gracias!, sin ti nunca lo hubiera conseguido. ¿Cómo lo has hecho? - No lo he hecho yo Croky -le respondió la tortuga- sino tú. Tú siempre has tenido esa hermosa voz dentro de ti, pero el temor y la falta de confianza la tenían atrapada muy adentro. Al no pensar nada más que en cantar ese temor se desvaneció, dejándola brotar. ¡Y ya basta de hablar y cántanos de nuevo!, que todos estamos impacientes por volver a oír tu melodiosa voz. Croky se encaminó hacia el claro, todos guardaron silencio y comenzó a cantar desde lo más profundo de su corazón. FIN escrito por: Mapy. |
© manosalarte.com 20013