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A través de nosotros

Antes de perdón, está libre la silla,
antes de el color de tus ojos, antes de qué quieres tomar,
antes de soy Rico y me llamo Dita, antes del roce
de una mano en un hombro,
eso pasó a través de nosotros
como una puerta entreabierta durante el sueño.

De "El mismo mar" pag. 43
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

Cálculos

En la calle Amirim el señor Danon aún está despierto.
Las dos de la madrugada. En la pantalla del ordenador
las cuentas mal hechas de una compañía cualquiera.
¿Error o fraude?
Busca. No encuentra. Sobre una servilleta bordada
un viejo reloj tictaquea. Se viste. Sale. En el Tíbet ya son las seis.
Olor a lluvia sin lluvia en la calle de Bat Yam.
Vacío. Silencio. Viviendas. Error
o fraude. Mañana lo veremos.

De "El mismo mar" pag. 22
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

 

Chandartal

Mana. Se detiene. Fluye.
Sale y de nuevo se detiene.
Un manantial vacilante
en el patio del monasterio.

Es la región de Ladakh, «la tierra
de los hijos de la luna». Has llegado aquí
por el río de la luna, el Chandar,
a través del lago Chandartal.

Tiksa se llama el pueblo,
Tiksa Gumpa se llama el monasterio,
y la mujer se llama María. Eres
al único que recuerda.

El que besó sus pies.
Y se refiere a ti.
Tú. Acércate a mí.
¿Sabías que aquí en Ladakh

existe la costumbre
de casar a una novia
con dos o tres hermanos?
Eres al único que recuerda.

Fluye. Vacila. Se para
y vuelve a salir. Un manantial
en una esquina del patio del monasterio.

La piedra aquí no está tallada
está revocada de blanco y rojo
el monasterio se llama Tiksa Gumpa
y María se llama la mujer. Acércate

a mí. No temas. Te estoy
hablando a ti. Esta noche
mis labios abrirás. Esta noche
estaré contigo. Tiksa Gumpa
se llama el monasterio y el lago se llama
Chandartal.

De "El mismo mar" pag. 140
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

Dita en voz baja

Mi mano en el heno de tu pecho envejecido
recoge paja
para hacernos un nido

* * * * *

Pero Albert la detiene:

Su mano suave en el heno de mi pecho. Sobre su mano
mi mano arrugada. Ella con mi soledad. Yo con su soledad.
En el porche. De pie. El mar quita el mar
da. Una fina silueta y una pequeña sombra. Una sombra
arrepentida. Se gira. Huye. El mar da el mar
quita.

De "El mismo mar" pag. 225
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

El narrador copia expresiones del diccionario

Quien ha jugado con fuego,
quien ha prometido el oro y el moro
ha perdido la senda, ha perdido los estribos y está
con la soga al cuello. No ha conseguido vivir como un rey.
Ha pasado más hambre que un perro. Le ha tocado.
Los años se le han echado encima, ha recibido
su castigo, las desgracias nunca vienen solas.
Ahora estampará su firma. Dará su conformidad.

De "El mismo mar" pag. 94
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

El pájaro del lecho del mar

Un poco antes de morir
un pájaro sobre una rama me sedujo.
Narimi me rozó su pluma me rodeó por completo
con una placenta de mar.

Mi viudo por las noches disuelve su lecho, adónde se ha ido
el amor de su vida. Mi huérfano se ha marchado lejos
a descifrar enigmas.
Esposa niña, tú eres la mujer de los dos, tuyo es mi camisón
tuyo es su amor. Mi carne se ha consumido.
Ponedme como sello.

De "El mismo mar" pag. 109
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

 

Envuelto en sombras la luz proclama

Viudo y padre. Paciente y recto Como una rama.
Por las noches se avergüenza en la cama.
Al otro lado duerme una mujer que ama.

El sueño se resiste. Ella está al otro lado
sola y desnuda de costado,
Hija mía. Esposa. Tesoro hallado.

La luz de la mesilla tiene que encender.
En la foto de la cómoda, su hijo. Su mujer.
Se arrastra hacia la cocina. Quiere beber.

Vuelve a su habitación. Se sienta. Bebe un vino embriagador.
Se ensimisma frente a la pantalla del ordenador.
Teclea: un verano agotador.

Desde el jardín oscuro un pájaro le reclama,
envuelto en sombras la luz proclama.
Narimi Narimi. ¿Recuerdas? Te llama.

Se levanta. Desea ir a taparla, huir de su soledad,
extender sobre su sueño un ala de padre de avanzada edad.
Vuelve a la cama. Domina su piedad.

Se olvida de su cuerpo. Se atormenta. Se mueve.
Vuelve a dar la luz. Casi las cinco de la madrugada. Llueve.
En el Tibet las cinco son ya las nueve.

De "El mismo mar" pag. 73
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

 

Es duro

Abre los ojos con las primeras luces. Las cadenas montañosas
parecen una mujer robusta y tranquila
durmiendo de lado después de una noche de amor.
Una suave brisa, satisfecha de sí misma,
mueve la tela de su tienda.
La hincha, la agita, como un vientre cálido. Sube y baja.

Con la punta de la lengua toca ahora
el hueco de la palma de su mano izquierda,
el punto más interno de la palma. Le da la sensación
de estar tocando un pezón suave, duro.

De "El mismo mar" pag. 25
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

 

María

le recuerda: el último chico. Su frente. Sus ojos.
Su suspiro al llegar.
El roce de su brazo y el manantial de su semen.
Cuando todos se fueron
él volvió y le besó los pies.

De "El mismo mar" pag. 76
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

 

Pero cómo

Abandonarla, dices, es fácil decirlo,
abandonarla como un piloto de combate
que abandona un avión
sin control o en llamas. ¿Pero cómo se salta
de un avión caído, hecho pedazos y oxidado
o hundido en las profundidades del mar?

De "El mismo mar" pag. 197
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

 

Se despierta en mí el deseo

Atardecer. Llueve en las colinas vacías del desierto.
Cal y roca y 0l0r a tierra mojada
después de un árido verano. Se despierta en mí el deseo
de ser lo que sería de no haber sabido lo que es sabido.
De ser anterior al conocimiento.
Como las colinas. Como una piedra en la superficie
de la luna. Inerte, silencioso y seguro
de que estaré tiempo en exposición.

De "El mismo mar" pag. 148
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano

 

 

Solo

Una flecha atrapada en un arco tensado:
él recuerda el contorno
de sus muslos. Adivina el movimiento de sus caderas hacia él.
Se contiene. Sale del saco de dormir. Respira
a pleno pulmón el aire de nieve. La niebla pálida,
diáfana y lechosa se va retirando, una fina túnica
sobre las curva de la montaña.

De "El mismo mar" pag. 26
Ediciones Siruela 1999
Versión de Raquel García Lozano
 

 


 

 








 


 

 

 




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