Unos le llaman el anillo del diamante negro, otros, el callejón del diamante, lo cierto es que esta leyenda trasciende en los rumores de cada muro ubicado en Xalapa, específicamente en un callejón estrecho, largo y con poca luz.
Se cuenta que en este lugar vivía un matrimonio que como pocos, ejercía de pareja perfecta, con un hombre de buena posición y perfil europeo, de esos que llenan de buenaventura el hogar; ella, una mujer esbelta y joven, de una piel blanca que hacía un hermoso contraste con su cabello negro como azabache, con labios y mejillas con tono rojizo.
El amor en la joven pareja aumentaba y esto llevó a lo inevitable, una propuesta de matrimonio, la misma que se sellaría con un anillo de diamante, uno negro, que según creencias aumentaba el amor entre los implicados, al mismo tiempo que descubría la infidelidad de la fémina implicada. Totalmente cierto.
Luego de un largo viaje del esbelto europeo, su mujer se dispuso a visitar a un amigo cercano, de esos que no te traicionarían, pero que esta vez sí lo hizo. A fin de cuentas, entre besos y caricias, la mujer volvió a su hogar, pero el esposo no. Inocente de todo hecho, al volver de su periplo el hombre se dispuso a visitar a su amigo, en la casa donde yacía el anillo que entregó a su mujer, justo sobre el buró de la habitación.
Con joya en mano, se dirigió a su hogar, a buscar a su bella mujer, la misma que tenía sus manos vacías, sin aquel diamante de aspecto diabólico pero resultados casi perfectos.
Al conocer la infidelidad, el hombre enterró una daga de diamantes y oro en su pecho, dejando sin vida a su mujer, pero justo en la herida, colocó el anillo, aquel diamante que en efecto, descubría la infidelidad de la mujer.
Todos gritaban, “Veamos el cadáver del anillo de diamantes”, y de ahí, el nombre de esta historia.