Había una vez un jefe muy poderoso. Tierras, soldados, ganado, todo lo que deseaba tenía. Daba órdenes y, a veces, de muy mala manera.
A las afueras del pueblo, en un cruce de caminos, un día viernes se armó un mercado.
El jefe llamó a uno de sus criados, un joven de ojos grandes, una sonrisa estupenda y muy vivaz.
– Ve al mercado y tráeme el mejor pedazo de carne. Dije “el mejor”. ¡Apúrate!
El joven fue. Llegó el mercado, vio a las mujeres caminando de aquí para allá, ofreciendo, voceando los coloridos paños de telas sobre sus cabezas. Otras vendían arroz y pescado frito.
Luego, estaban los puestos. Había de todo. Frutas enormes, amuletos, grigri para protección. Sombreros y babuchas, bubús hermosos. Puestos con vino de palma y cerveza de mijo.
Más atrás estaban los puestos con los pescados frescos y al final, los puestos de carne.
El joven miraba, levantaba la carne, roja, fresca.
Recordó las palabras del jefe:
– Ve y tráeme el mejor pedazo de carne del mercado. Dije “el mejor”.
El último puesto tenía una lengua de vaca enorme, recién masacrada, rodeada de moscas.
- Quiero esa lengua – dijo.
Compró la lengua y regresó a la casa del jefe.
- ¿Y esto? – se sorprendió el jefe cuando recibió la carne.
No pensó que sería bueno para comer, pero igualmente se lo dio a su cocinera.
Fue un manjar, la carne estaba tierna, sabrosa.
Pasó una semana y otra vez se armó el mercado a las afueras del pueblo.
El jefe volvió a llamar a su criado y esta vez le pidió:
Ve al mercado y tráeme el peor pedazo de carne que encuentres. Dije “el peor”
Y el joven fue. Vio a las mujeres con los paños de tela, a las vendedoras de pescado y arroz. Cruzó todos los puestos. Frutas, amuletos, sombreros, babuchas, pescado fresco, llegó adonde estaban los puestos de carne.
Se veía realmente buena. La levantaba, elegía.
“Demasiado buena” decía.
Recordaba las palabras del jefe:
- Ve al mercado y tráeme el peor pedazo de carne que encuentres. Dije “el peor”
Llegó al último puesto tenía una lengua de vaca enorme, recién masacrada, rodeada de moscas.
- Quiero esa lengua – dijo.
Compró la lengua y regresó a la casa del jefe.
– Pero ¿qué es esto? – dijo el jefe cuando vio la carne - Cuando te pedí que me trajeras el mejor pedazo de carne me trajiste una lengua y ahora te pido el peor pedazo de carne y me traes otra lengua. ¿Te estás burlando de mí?
– No, jefe mío - dijo el joven criado, con todo respeto - La lengua puede ser la mejor o la peor. Dulce o amarga. Eso depende de las palabras y la intención con que se use. Si hablas palabras buenas. La lengua estará en su mejor momento y traerá felicidad; pero si hablas palabras malas, la lengua estará mala y traerá dolor, rencor.
El jefe reconoció esta verdad en boca de su criado.
A la mañana siguiente reunió a la aldea entera. Allí, donde está el árbol de la palabra, justo en el centro de la aldea y dijo.
- A partir de hoy. Yo cuidaré mis palabras. A partir de hoy que nuestras palabras sean agradables y buenas para aquellos que escuchan. A partir de hoy, este joven criado, será uno de mis consejeros.
“Que la paz sea con ustedes.” Dijo el jefe.
FIN
Biografía
Los hermanos Grimm, Jacob Grimm (1785-1863) y su hermano Wilhelm (1786-1859) nacieron en Hanau, Hesse (Alemania). A los 20 años de edad, Jacob trabajaba como bibliotecario y Wilhelm como secretario de la biblioteca. Ambos catedráticos de filología alemana, ya antes de llegar a los 30 años habían logrado sobresalir gracias a sus publicaciones y cuentos.
Conocidos sobre todo por sus colecciones de canciones y cuentos populares, así como por los trabajos de Jacob en la historia de la lingüística y de la filología alemanas, eran los dos hermanos mayores de un total de seis, hijos de un abogado y pastor de la Iglesia Calvinista.
Siguiendo los pasos de su padre, estudiaron derecho en la Universidad de Marburgo (1802-1806), donde iniciaron una intensa relación con C. Brentano, quien les introdujo en la poesía popular, y con F. K. von Savigny, el cual los inició en un método de investigación de textos que supuso la base de sus trabajos posteriores. Se adhirieron además a las ideas sobre poesía popular del filósofo J.G. Herder.
Entre 1812 y 1822, los hermanos Grimm publicaron los Cuentos infantiles y del hogar, una colección de cuentos recogidos de diferentes tradiciones, a menudo conocida como Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm. El gran mérito de Wilhelm Grimm fue el de mantener en esta publicación el carácter original de los relatos. Siguió luego otra colección de leyendas históricas germanas, Leyendas alemanas (1816-1818). Jacob Grimm, por su parte, volvió al estudio de la filología con un trabajo sobre gramática, La gramática alemana (1819-1837), que ha ejercido gran influencia en los estudios contemporáneos de lingüística.
Fueron profesores universitarios en Kassel y Göttingen. Siendo profesores de la Universidad de dicho lugar, los despidieron en 1837 por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover. Al año siguiente fueron invitados por Federico Guillermo IV de Prusia a Berlín, donde ejercieron como profesores en la Universidad Humboldt y como miembros de la Real Academia de las Ciencias.
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