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Esther de Cáceres
A una magnolia
Acércame los pétalos de fragante magnolia
con que, en horas de sueño,
el Amor poderoso ilumina mi sombra.
En la sien, en la palma, entre ébanos de noche
tus pétalos reposan.
No los turba el ardiente llamado de mi pulso,
ni del santo madero la grave y sorda música.
Hasta que alguna vez los clavo con mis ojos
en una cruz severa,
y una herida sin sangre les descubro.
-Es una saeta oculta
que atraviesa en verano el claroscuro
del agua Pura y quieta en los lagos nocturnos.-
Gime el ser en silencio. Con mi fuego dialoga
tu distante fragancia, tu impasible blancura.
De lejos nos contestan, en el aire nocturno
de jardines y selvas, las cítaras insomnes.
Me acerco a ti; te busco
la herida misteriosa que sólo yo conozco.
Todos mis huesos cantan despiertos, dolorosos,
el canto en que se queman,
sin quemarte, en la sombra.
Tú acércate; amortigua esta sedienta lumbre.
Acércame en el fuego tus frescos, apacibles
pétalos de magnolia.
Tú
acércate, magnolia!
Canto de las flores
Desde un rincón del día dorado
escondidas flores me llaman.
-¡Por tu amor sé escucharlas!-
Me recuerdan tu alma,
¡ay, sólo conocida por los ángeles!
Sólo flores,
las escondidas flores
cantan!
Sabemos sólo flores
sobre ellas,
apenas apoyadas
tu cara -y tu alma
y mi cara- y mi alma.
Desde un rincón del día dorado
escondidas flores me llaman.
Cuando te veo
tan solo entre los hombres y los árboles
quiero olvidarme de este Amor en sombra
que sonríe y que arde
para cantarte y dibujar tu imagen
en el aire!
Y tengo que volver a esta penumbra
en que el amor me hace
arder y sonreír para mostrarte
en cristal solitario
tu imagen -otra vez quilla de barco
que rompe el mar y el aire!
Ay! lúcido racimo de uvas frescas
en mis manos trocado
en rojo y silencioso coral lento
como el verano!
Ya te roba tu vértigo
al cristal solitario;
vuelves a ser apasionada marcha
entre libros, y árboles, y llantos.
Yo me quedo mirándote: sólo eres
un gran viento que corre, quema y canta
amor en todo árbol
y en todos los rincones de mi alma.
Un gran viento que corre, quema y canta
y que en profundos mares del verano
desgaja, silencioso, mil corales!
El ángel del jardín
Cuando el verano sueña ardientes pausas
entre los árboles,
el ángel del jardín me acerca los jardines
y hace cantar el agua.
Las flores amanecen
porque aquel ángel pasa,
me acerca los jardines
ardientes pausas
pasa...
Él las mira; me mira...
¡todas las flores son una mirada
y ojos y rosas cruzan
su luz de alma!
Ángel, flores y yo sólo soñamos
el jardín de jardines
descendido hasta mí cuando en la tarde
este ángel canta.
El fuego
Ya lejos de los árboles ardientes y mortales,
yo me acerco a cantarte!
Recuerdo la alta llama;
los grandes bosques que tu mano quema;
los muros derribados
entre las voces que la angustia vela;
y el metal de la guerra
por donde corres como vena ciega.
Recuerdo el gran secreto
con que te guardo dentro de mis huesos,
cuando en las horas lentas
el verano te esconde
en cada flor sedienta.
Y te amo, hijo del Aire,
Fuego -Casa de Amor- barca del Aire,
barca del día en el Aire!
Único árbol despierto a través de la Muerte!
Más sólo que la Muerte!
El silencio
Los pájaros
desde el silencio
cantan.
Desde enjambres de amor y de tormento
cantan.
Desde prisiones y en la dilatada
casa del aire
cantan.
Entre cipreses de la muerte
cantan.
Pero un pájaro solo que ha atravesado el Fuego
solo en lo alto
solo y extático
en misteriosos cielos de silencio y alma
canta.
El tiempo de pasión
Es un ciprés que nace entre antiguos cipreses,
plantado por mis manos;
mirado y remirado por los ojos que lloran
en mi cara; los ojos que te amaron
cuando antiguos cipreses eran sólo columnas
de un gran cielo tranquilo.
Música de la Muerte redobla entre tu cuerpo
y mi cuerpo. Redobla entre tu sombra
y mi sombra.
Redobla en los confines del Amor y la Noche...
Música de la Muerte llora todas tus muertes;
va corriendo entre todas
las hojas de ciprés: dice tu muerte,
y llega hasta el recuerdo
de aquel gran mediodía
del arduo amor,
-¡un melodioso estar
Tú y yo, como dos rosas,
en un resplandor mágico
de largos oros!-
Estábamos envueltos en un aire de fuente
en primavera!
Tú y yo
¡ciegos al día
y a las estatuas frías!
¡Oídos impenetrables
a la lira del aire!
¡Sólo almas reposando
sobre el alma del sándalo!
Ahora estás muerto, Amor, bajo todas las rosas
tristes, ardientes, ávidas, que mi pasión deshoja.
Y por mis sienes, como de una herida,
corre tu sangre, última flor de vida.
Ya llega a mi mejilla -sola flor sin espinas-
y canta su pasión, su vida herida.
Yo te he tendido, Amor, sobre las flores tiernas,
preso y libre de mí, nocturno y frío,
y desde mis abismos te remiro.
Ya estamos otra vez, como dos rosas,
junto a la más esbelta
fuente eterna de Amor. -Huyen redobles
de tu Muerte entre noche-.
¡Canta la fresca aurora!
Huyes de mis manos...
Huyes de mis manos,
forma del vaso sencillo y seguro:
-¡pero desde el sueño te canto
como si tú también fueras sueño!
Huyes de mis manos
por caminos que ningún pájaro conoce;
y mi voz te persigue
heroica, como un secreto fino y terco.
¿Eres sólo una voz
callada y sin recuerdo?
¡Forma del vaso sencillo,
profunda como el sueño!...
La fuente
Entre árboles extáticos
y flores soñolientas,
cuando todos los astros del verano
caen sobre los jardines con ardiente cadencia
tus surtidores cantan
sobreviviendo!
Remotas aguas, columpiados barcos
descansan en tu dulce cara quieta.
Tus tranquilos mármoles
se dan al aire y sueñan
y la gran noche mágica
del jardín se levanta
para ver nuestro encuentro.
La muchedumbre de las fuentes canta
por esta sola boca tuya ¡Fuente!
Ya puedo amar sin vértigos
este espejo de sombras, este canto;
porque ciñes los mares de mi ser en la noche
y detienes el Tiempo!
La noche
I
Un alto mar de sombra ya invadió todo el Aire,
y en el gran sueño oscuro
relucen, solitarios,
los vastos ébanos con que el Amor talla
arcas insomnes de secretos pianos.
Bajo la noche
busco antiguas estatuas.
Exploro el hondo bosque donde el Recuerdo posa
su extraña mano de cautela y llama.
¿Son mis desconocidas gacelas ya dormidas
o son lentos follajes?
¿Es una cabellera perdida entre los tréboles
en la extensa morada de fragancias del Aire?
¡ Soy yo, soy yo, yo misma
perdida entre los árboles,
sola entre oscuros árboles!
Soy yo, soy yo, yo misma
en cristal apagado
y dormidos esmaltes!
Dejo el bosque secreto, dejo el jardín sin cisnes;
atravieso los muros invisibles del Aire,
y ya estoy en el ámbito
de la gran noche sola!
-Alguna de mis muertes se ha quedado llorándome!
II
Vienen las Soledades y juntas contemplamos:
Ya no hay más que la Noche
¡una gran flor de sombra
quieta bajo el rocío!
¡La Noche y yo -¡su llanto!-
Hasta que se despierta
la oscura flor... ¡Ya se truecan las lámparas!
¡Ya un aire de gacelas
se acerca a despertarme!
¡Los mares del Día cantan!
Las campanas del valle
Tiembla el aire, desata las fragancias
si cantan las campanas
llamando a los nostálgicos
seres del valle.
Son locas llamaradas
tendidas a una música lejana
que sólo en sueños viene
con acento velado
por un camino tierno de amapolas
y de lento descanso.
Cuando nos despertamos
a saber otra vez del destierro y las lágrimas
las campanas encienden el aire del desierto
y, también desterradas,
hacia las más lejanas campanas de aquel reino
cantan y cantan.
¿Qué piano me recuerdan
las nubes esta tarde?
Lejos de acantilados
en donde el mar se rompe
llorando!;
lejos de ciegas llamas
que una mano desata
para su muerte incauta,
ya no eres gris espada
ni violento relámpago!
¡Las nubes me hacen dulce
tu recuerdo en la tarde!
Como se planta un árbol
hoy dejo sobre el mundo
tu imagen:
Tú eres como los pianos
distantes en la tarde.
No acantilado: blanda
playa de seda y algas
a donde mi amor llega
cantando!
Las lentas melodías
a tu alrededor vagan,
como aquellas gaviotas
que se acercan a un barco
y le hacen una nueva
quilla blanda!
¿Qué piano me recuerdan
las nubes esta tarde?...
Tú eres como los pianos
y las nubes distantes!
Manos de amor
¡Qué cercanas, qué lejanas,
tu mano y mi mano juntas!
Me enloquezco cuando siento
que entre el amor de sus palmas
una mano taladrada
les separa los dos pulsos.
-Ya se acercan, ya están juntas,
como una flor con su tallo,
tu mano y mi mano juntas!
Quiero sentirles la sangre
junta;
¡las vivas raíces juntas!
¡Ay! Todavía las separa
el resplandor de una rosa
con su ser, que es, como el tuyo,
terrible, tierno, traslúcido!
Toda la noche tu mano,
convertida en una rosa,
fue sangre de sueño y flor
sobre el sueño de mi mano
silenciosa.
Melodía de los cisnes
Cisne tú, como cisnes de un olvidado lago
que se asoma al recuerdo con violetas tranquilas!
Viajas como los cisnes en que el Amor descansa
con una luz antigua
cuando somos el sueño de una sola flor sola,
Tú, Cisne de los cisnes
y Yo -tu melodía!
Ya el otoño se cierra con un oro sombrío...
Un gran pétalo solo
camina por el cielo de las flores dormidas.
Y cisnes del Recuerdo
hunden en el silencio de remotos jardines
su cuello y su concierto: su apagado abanico.
Sólo tú, extraño ser que me escondes los cisnes
quedas bajo la luna!
Y todas las violetas sumergidas se apoyan
sobre tu ser de cisne
sobre mi melodía!
No pasarás por el camino...
No pasarás por el camino
a la hora en que mis ojos te buscan,
cuando los pájaros vagabundos se van de la tarde
y llora en la noche mi voz.
Mi corazón te esperará en la puerta de los días
¡pero no llegarás!
¡Y ha de cerrarse la oración en mi soledad!
¡No pasarás por el camino!
Pero yo he de esperarte otra vez,
cuando los pájaros vagabundos se van de la tarde
y llora en la noche mi voz...
Nocturno herido
Mientras las nubes pasan sobre el tapiz antiguo
del tiempo herido
yo olvido el suave musgo y los pies vivos
porque tu ser tendido
yacente en mis rodillas
me atrae como la sed. Hacia tu muerte
como hacia el mar me inclino
y me busco en tu faz como en espejo
hasta que el día declina.
Duermo entre tus imágenes
redobladas y vivas
y la aurora sorprende un raro sueño:
Yo voy corriendo mi veloz carrera
sobre mármoles fríos.
Pasan las nubes... son veloces... miran
un ser yacente, un templo entre cipreses
por el agua del mar humedecidos.
Miran una gran fuente
plantada como un árbol
en medio de la tarde y el olvido...
Sola imagen tranquila
de tu muerte tendida en mis rodillas.
En fuente y ser de muertes yo me miro
y pasan nubes
sobre tu ser tendido,
sobre mi ser que el Tiempo no atraviesa,
sobre un tapiz de tiempo
que fuga y permanece;
sobre un césped de tiempo
donde la cruz de Amor se planta cada día
y mis pies silenciosos y desnudos caminan!
Porque me traían tu sueño...
Porque me traían tu sueño
yo amé los cielos de la tarde
y los árboles solos.
Y amé los mares en el alba
y las barcas abandonadas,
porque en ellas iba encontrando
¡tu recuerdo!
Ya sin los cielos de la tarde
ni los mares del alba
¡te tengo!
Libre de las imágenes
¡te tengo!
Porque ahora te amo
en esta soledad mía
sin recuerdos.
Recuerdo de violetas
Yo estoy dentro de un Mar donde los cantos viven
en tiniebla extasiados...
Llegan, me tocan, vagan
con alguna hoja náufraga
por otoños del Mar suavemente llevada
y juntos reposamos
sobre el gran sueño lento de las algas.
No recuerdo la orilla
de adiós y muerte y luces apagadas...
Sólo recuerdo el Aire separando
con sus secretos dedos
mis dolientes cabellos extraviados
cuando cruzábamos
el Aire y yo
-aire y cabellos vivos derramados-
por la gran Primavera
de ardientes vientos arduos;
cuando nos acercábamos
a una columna erguida,
con hiedra, con saetas,
con ser encadenado,
entre las casas muertas
en un día de violetas
sobre cara en dolor y párpados cerrados.
Todos los soñolientos seres del Mar se acercan
con apacibles manos a mis hambrientas manos.
Si levanto los párpados
veo el sueño de violetas:
Entre tú y yo se miran desde el Aire
asomadas al Agua
como un cielo cercano
sobre el gran Mar de Amor transfigurado.
Tú harás suave mi sueño...
Tú harás suave mi sueño
cuando todas mis ramas hayan sido cortadas
y no quede más que una
libertad sin recuerdos...
Llegará tu silencio!
Ya mi oído
no se inclina a los días ni a las noches,
ya la última esperanza se me borra en tu cielo...
¡Llegará tu silencio!
Mi alma sabe que un día
tú harás suave mi sueño...