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Medardo Ángel Silva
Amada
El duro son de hierro tornaré melodía
para cantar tus ojos! -violetas luminosas-
la noche de tu negra cabellera y el día
de tú sonrisa, pura más que las puras rosas.
Tú vienes con el alba y con la primavera
espiritual, con toda la belleza que existe,
con el olor de lirio azul de la pradera
y con la alondra alegre y con la estrella triste.
La historia de mi alma es la del peregrino
que extraviado una noche en un largo camino
pidió al cielo una luz... y apareció la luna;
pues, estaba de un viejo dolor convaleciente,
y llegaste lo mismo que una aurora naciente,
en el momento amargo y en la hora oportuna.
Del "Libro del amor" 1915 - 1917
Amanecer cordial
Ah, no abras la ventana todavía,
es tan vulgar el sol!... La luz incierta
conviene tanto a mi melancolía...
me fastidia el rumor con que despierta
la gran ciudad... Es tan vulgar el día!...
Y ¿para qué la luz? ...En la discreta
penumbra de la alcoba hay otro día
dormido en tus pupilas de violeta...
Un beso más para mi boca inquieta...
Y no abras la ventana todavía!
De "Baladas, Reminiscencias y otros" 1916 - 1917
Aniversario
Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre;
de razonar con lógica y proceder según
los Sanchos, profesores del sentido común.
Me son duros mis años y apenas si son veinte-
ahora se envejece tan prematuramente;
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos
que repentinamente nos encontramos viejos
en frente de las sombras, de espaldas a la aurora
y solos con la esfinge siempre interrogadora.
¡Oh madrugadas rosas, olientes a campiña
y a flor virgen; entonces estaba el alma niña
y el canto de la boca fluía de repente
y el reír sin motivo era cosa corriente!
Iba a la escuela por el más largo camino
tras dejar soñoliento la sábana de lino
y la cama bien tibia, cuyo recuerdo halaga
sólo al pensarlo ahora; aquel San Luis Gonzaga
de pupilas azules y rubia cabellera
que velaba los sueños desde la cabecera.
Aunque íbamos despacio, al fin la callejuela
acababa y estábamos enfrente de la escuela
con el "Mantilla" bien oculto bajo el brazo
y haciendo en el umbral mucho más lento el paso,
y entonces era el ver la calle más bonita,
más de oro el sol, más fresca la alegre mañanita.
Y después, en el aula con qué mirada inquieta
se observaban las huellas rojas de la palmeta
sonriendo , no sin cierto medroso escalofrío,
de la calva del dómine y su ceño sombrío.
Pero, ¿quién atendía a las explicaciones?
Hay tanto que observar en los negros rincones
y, además, es mejor contemplar los gorriones
en los nidos, seguir el áureo derrotero
de un rayito de sol o el girar bullanguero
de un insecto vestido de seda rubia o una
mosca de vellos de oro y alas de color de luna.
El sol es el amigo más bueno de la infancia;
nos miente tantas cosas bellas a la distancia,
tiene un brillar tan lindo de onza nueva! Reparte
tan bien su oro que nadie se queda sin su parte;
y por él no atendíamos a las explicaciones.
Ese brujo Aladino evocaba visiones
de las mil y una noches -de las mil maravillas-
y beodas de sueño nuestras almas sencillas
sin pensar, extendían sus manos suplicantes
como quien busca a tientas puñados de brillantes.
Oh, los líricos tiempos de la gorra y la blusa
y de la cabellera rebelde que rehúsa
la armonía de aquellos peinados maternales,
cuando íbamos vestidos de ropa nueva a Misa
dominical, y pese a los serios rituales,
al ver al monaguillo soltábamos la risa.
Oh, los juegos con novias de traje a las rodillas,
los besos inocentes que se dan a hurtadillas
a la bebé amorosa de diez o doce años,
y los sedeños roces de los rizos castaños
y las rimas primeras y las cartas primeras
que motivan insomnios y producen ojeras.
¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas,
¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!,
¡y siento como nunca la tristeza sin nombre,
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!
Hoy no es la adolescente mirada y risa franca
sino el cansado gesto de precoz amargura,
y está el alma, que fuera una paloma blanca,
triste de tantos sueños y de tanta lectura...!
Citeres
Con el frú-frú sedoso de femenil enagua
deshilaba en la costa sus encajes el agua...
Oh, la isla melodiosa!
surgía de las ondas como una enorme rosa
primaveral, o el cuerpo de la niña;
era la voluptuosa
isla donde vendimia Amor su roja viña...
Oh, ingénuas albas! Oh, inocencias! Era
en la frescura de la Primavera
blanca de lirios opulentos. Sobre
el mar azul marchaba mi galera.
Sonaba el viento sus eolias flautas
y daba el mar su fragancia salobre
que fue el incienso de los argonautas.
Y sonó entonces el erótico
llanto de las oceánides, en las rubias arenas
soplaban caracoles rosados las sirenas;
se cerraron los Párpados Por el influjo hipnótico...
y el triunfo fue de las sirenas...!
Al fin, dejé esas playas. ..(Descendía la noche
Ulises, en la sombra, me daba su reproche...
Blancos miembros desnudos
de mujeres, quedaban en la playa fragante;
y teñidos de sangre vi sus brazos menudos
al temblor luminoso de una estrella distante...
Me incorporé...(Mordía en mis carnes el frío...).
Y miré un corazón palpitando en sus manos;
llevé mi mano al pecho... y la encontré vacío...
Y seguí, oyendo el ritmo de los astros lejanos...!
Del "Libro del amor" 1915 - 1917
Divagaciones sentimentales
Princesa de los ojos floridos y románticos
que vierten una suave luz purificadora,
por quien deshojo todos los lirios de mis cánticos
y hay en mis negras noches esplendores de aurora;
sé que tus manos leves no estrecharán las mías,
ni probarán mis labios lo dulce de tu boca;
que por el lago azul de mis melancolías
no pasará tu esquife blanco de reina loca:
y, sin embargo, te amo desesperadamente
y como un ciego voy tras tus amadas huellas;
o elevo mis canciones, como un niño demente
que alza las manos para alcanzar las estrellas!
Toda mi inútil gloria no vale lo que el oro
de tu risa o un rayo de tu mirar profundo.
Mujer -carne de nardos y de estrellas, tesoro
celeste que ilumina la conciencia del mundo.
Tú, que haces florecer jazmines en el lodo,
y siendo fuente humana das el divino verso,
tienes por arma el llanto, la risa, el beso, todo
lo fragante y lo puro que tiene el Universo!...
Mujer, Diosa o Esfinge, mi corazón quisiera
ser una roja adelfa a tu seno prendido
que tu boca -rosado vampiro- me sorbiera
la nostálgica y pura fragancia de mi vida!
Como esos monjes pálidos de que hablan las leyendas,
espectros de las negras crujías conventuales,
yo quiero abandonar las escabrosas sendas
en que urde el Mal sus siete laberintos fatales.
Encerraré en un claustro mi dolor exquisito
y a solas con mis sueños cultivaré mis rosas;
mi alma será un espejo que copie lo Infinito,
más allá del humano límite de las cosas...
Tal ha de ser mi vida de paz... hasta que un día,
en la devota celda, me encuentren los Hermanos,
moribundo a los pies de la Virgen María,
teniendo tu amarillo retrato entre mis manos!
De "Divagaciones sentimentales" 1915 - 1916
El alma en los labios
A mi amada
Cuando de nuestro amor la llama apasionada
dentro tu pecho amante contemple ya extinguida,
ya que solo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes, me arrancaré la vida.
Porque mi pensamiento, lleno de este cariño,
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo.
Lejos de tus pupilas es triste como un niño
que se duerme, soñando en tu acento de arrullo.
Para envolverte en besos quisiera ser el viento
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento
para poder estar más cerca de tu boca.
Vivo de tu palabra y eternamente espero
llamarte mía como quien espera un tesoro.
lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero
y, besando tus cartas, ingenuamente lloro.
Perdona que no tenga palabras con que pueda
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda
rasgarme el pecho, Amada, y en tus manos de seda
¡dejar mi palpitante corazón que te adora!
De "Baladas, reminiscencias y otros poemas" 1916 - 1917
Estampas románticas
II
El paisaje es de fábula. ..de ensueño. ..hasta la luna
suscita la ilusión de mágicos países...
El jardín encantado, cuando suena la una,
entre el perfume de almas ve mil espectros grises.
Como un niño extraviado, mi pesar errabundo
va por otras edades doradas y distintas...
(El jardín no parece ya un jardín de este mundo
irreal, sin la voz de sus fuentes extintas...).
Tapiz descolorido de grandes rosas rojas
y magnolias nevadas, es la triste alameda...
Y el alma ultrasensible, al caer de las hojas,
cree oír el rumor de tu enagua de seda.
VI
Mayo en el Huerto y en el cielo...
Arturo Borja
Las rosas del crepúsculo de la tarde de Mayo,
como una fresca lluvia -rosadas, amatistas-
descienden a las casas... el sol en un desmayo
de lumbres, idealiza las flotantes batistas...
Voces que hacen pensar en magnolias y armiños
conmueven el fastuoso silencio de las salas...
Las horas, perfumadas de inocencias de niños,
pasan sobre la frente con dulce roce de alas...
Sobre los sueños puros de nueva primavera,
un júbilo de bronces en el aire se espacia...
y la brisa errabunda parece que dijera;
-Dios te salve, María, llena eres de gracia...
De "Estampas románticas" 1915
Estancias
1914
1. Aquella dulce tarde pasaste ante mi vista
soberbia, en el decoro de tu vestido rosa;
inefable, irreal, melodiosa, imprevista,
como si abandonara su plinto alguna diosa.
Y perfumando la hora de lilas, te perdiste
al fondo de la calle, cual tras una áurea gasa...
mis ojos te seguían, con la mirada triste
que lanza un moribundo a la salud que pasa
* * *
2. Qué rosas de armonía deshojas a la tarde...
Se han unido la hora, el piano y tu cuerpo
para hacerme morir de nostalgias fragantes.
Juan Ramón Jiménez
Qué rosas de harmonía deshojas a la tarde,
cuando sobre las teclas -lirios blancos y negros -
insinúan tus manos, en un lírico alarde, ~
las finas carcajadas de los locos allegros!
La agonía del sol pone de oro la estancia...
los verdinegros árboles son vagamente rojos...
y, desde el corazón, -búcaro de fragancia-
sube un dulzor de lágrimas que hace nublar los ojos!
* * *
3. Feuille d'Album
Tienes esa elegancia lánguida y exquisita
de las pálidas vírgenes que pintó Burne Jones
y así pasas, como una visión prerrafaelita,
por los parques floridos de mis vagas canciones...
Y si el cielo azulado tu mirar extasía,
cuando el Poniente riega sus fantásticas flores;
eres como esos ángeles, que alabando a María,
se ven en los retablos de los viejos pintores!
* * *
4. Se abren tus dos pupilas como dos precipicios
por los que ruedan almas al sueño y a la nada.
¡Mujer, dame a probar tus dulces maleficios;
húndeme el luminoso puñal de tu mirada!...
* * *
5. Surgen tus manos breves, lánguidas y perdidas,
como lirios carnales, de las batistas claras...
(Yo pienso que gustoso te daría mil vidas,
para que con tus manos finas me las quitaras!)
De la gasa inconsútil de tu rosa batista
surges, vibrante, en una danza de bayaderas.
(Te juro que en la corte del gran Tetrerca hubieras
obtenido la roja cabeza del Bautista!...)
Bailas... y el blanco sátiro, que decora la estancia,
sonríe desde el ángulo, coronado de viña...
(Y mientras me conmueve tu mirada de niña,
estremece mi carne tu lasciva fragancia...)
* * *
6. Dulzuras maternales de la hora matutina...
bajo cielos que evocan los caprichos de Goya,
mueven los frescos árboles su ropa esmeraldina
que el sol de primavera fastuosamente enjoya...
Suenan voces de niños... cristales de agua clara...
trina el mirlo... en la calle, cruje la diligencia...
en esta hora parece que del Azul bajara
una sedosa lluvia de paz y de inocencia...
* * *
7. Señor, no ha recorrido mi planta ni siquiera
la mitad de la senda, de que habló el Florentino
y estoy en plena sombra y voy a la manera
del niño que en un bosque no conoce el camino.
De profundis clamave, Pastor de corazones,
da a mi alma el fuego que hizo de la hetaira una santa;
renueva el milagro de las resurrecciones;
espero, como Lázaro, que me digas: Levanta!
* * *
8. Ni un ansia, ni un anhelo...
Mon ame est un beau lac solitaire qui tremble...
Albert Samain
Ni un ansia, ni un anhelo, ni siquiera un deseo,
agitan este lago crepuscular de mi alma.
Mis labios están húmedos del agua del Letheo.
La muerte me anticipa su don mejor: la calma.
De todas las pasiones llevo apagado el fuego,
no soy sino una sombra de todo lo que he sido
buscando en las tinieblas, igual a un niño ciego,
el mágico sendero que conduce al olvido.
* * *
9. Horas de intimidad y secreta harmonía...
en la paz melodiosa de las tibias estancias
son nuestros corazones, ebrios de melodía
dos rosas que confunden en una sus fragancias...
¡Qué lejos está el Mundo de nosotros, qué lejos
la existencia liviana!... (Las luces amarillas
de las arañas doran el piano y los espejos...)
Mi espíritu, en silencio, te adora de rodillas...
* * *
10. Sueño en el jardín
Inmóvil duerme el agua del estanque aceituna
bajo las melodiosas cúpulas florecidas.
Y, como Ofelina en Hamlet, va el cuerpo de la luna,
inerte, sobre el lecho de las ondas dormidas...
Las dos... soñando en Ella por la avenida voy...
mis brazos la presienten y mi labio la nombra...
Inútil idealismo! si únicamente soy
una sombra que busca las huellas de otra sombra!
* * *
11. Esposa Inevitable, dulce Hermana Tornera...
Ven, muerte adorable y balsámica
Walt Whitman
Esposa Inevitable, dulce Hermana Tornera,
que al llevarnos dormidos en tu regazo blando
nos das la clave de lo que dijo la Quimera
y en voz baja respondes a nuestros cómo y cuándo;
Apenas si fulgura mi lámpara encendida,
derroché mis tesoros como una reina loca,
me adelanté a la cita y, al margen de la vida,
ha dos siglos que espero los besos de tu boca!
* * *
12. Deja sobre tu seno que caiga mi cabeza...
Sur votre jeune seine laissez rouler ma tete
Paul Verlaine
Deja sobre tu seno que caiga mi cabeza,
como un mundo cargado de recuerdos sombríos;
y dime la palabra santa y única, esa
palabra que consuela mis perennes hastíos...
O mejor, calla. ..deja que en el silencio blando
de la extinguida tarde, sobre divanes rojos,
me siento agonizar lentamente mirando
cómo se llenan de astros los cielos de tus ojos!
* * *
13. Por donde Ella pasaba la tragedia surgía;
tenía la belleza de una predestinada
y una noche de otoño febril aparecía
en sus ojos inn1ensos y obscuros retratada...
Y fue bajo el auspicio del padrino Saturno
que deshojé a sus plantas mi juventud florida...
desde entonces padezco de este mal taciturno
que hace una noche eterna del alba de mi vida!
* * *
14. Velada del sábado
Marcha la luna trágica entre nubes de gasa...
sin que nadie las toque se han cerrado las puertas...
El miedo, como un lobo, pasea por la casa...
se pronuncian los nombres de personas ya muertas...
El abuelo las lámparas, por vez octava, prende...
se iluminan de súbito, semblantes aturdidos...
Es la hora en que atraviesan las alcobas el duende...
que despierta llorando, a los niños dormidos...
* * *
15. Como el aire se aroma con tu carne bendita
mi corazón comprende por el lugar que pasas,
omnipotente como la divina Afrodita,
entre una ola sutil de flores y de gasas.
Y al mirarte parece que miro a Anadyomena,
pues, como ella, el influjo de tu mirar, fascinas;
-sembradora impasible de mi angustia y mi pena,
por quien mi alma es un Cristo coronado de espinas-
* * *
16. Hastíos otoñales. ..Ya nada me entusiasma...
enfermo, peregrino
en tenebrosa noche...
Góngora
Hastíos otoñales. ..Ya nada me entusiasma
de cuanto me causara infantiles asombros
y así voy por la vida, cual pálido fantasma
que atraviesa las calles de una ciudad de escombros.
Y mi alma, que creía la Primavera eterna
al emprender sus locas y dulces romerías,
hoy ve, como un leproso aislado en su caverna,
podrirse lentamente los frutos de sus días!
* * *
17. Para los que llevamos, como un puñal sutil,
dentro del alma una ponzoña:
para los que miramos nuestra ilusión de abril
hecha una mísera carroña;
Inútilmente suena tu pandero de histrión
-oh, vida frívola y banal!-
si no es de nuestros labios la divina canción,
primaveral y matinal!
* * *
18. Amor, dí ¿qué sendero se gozan con tu paso?
¿cuáles los reyes magos a que sirves de guía?...
¿qué rubicunda aurora, que sonrosado ocaso
vio tu carro de fuego en el triunfo del día? ...
Ah! si tu alba luciera para mi noche obscura!
si mis rosas abrieran temblorosas a verte!
se endulzaría el hondo cáliz de mi amargura
con el néctar con que haces tan amable la Muerte.
* * *
19. Bendigo el sufrimiento que viene de tu mano
y el vértigo radiante en que tu voz me sume.
Mi amor es para Ti como un jardín lejano
que a una alcoba de reina envuelve en su perfume.
Y eternamente oirás en tus noches sin calma
mi sombría plegaria que, rugiendo, te invoca:
Al precio de mi sangre y al precio de mi alma
véndeme una limosna de un beso de tu boca!
* * *
20. -Qué lejos aquel tímido y dulce adolescente
de este vicioso pálido triste de haber pecado!...
-Tomó del árbol malo la flor concupiscente
y el corazón se ha envenenado!...
* * *
21. ...¿Y la luz verdadera?... ¿Y la absoluta paz?
¿Y la cifra segura de la Sabiduría?...
-Da la tregua al Tiempo, iluso corazón, ya entrarás
al gran silencio donde llegaremos un día!...
De "Estancias" 1914
Intermezzo
La seda de tus lánguidas pestañas
a proteger tus ojos descendía,
ante la encantadora bicromía,
de las aristocráticas arañas.
Un solemne mutismo de campañas
al Vesper, nuestras almas invadía;
y, de súbito, habló la melodía
con un dulzor de pastoriles cañas...
Para escucharla, se detuvo el viento...
a la maga caricia de su acento,
vibró tu carne de escultura, viva;
la noche se durmió en tu cabellera
y, besando las lilas de tu ojera,
se perfumó una lágrima furtiva...
De "Las voces inefables" 1915 - 1916
La investidura
Si, inspirado por Hari, tu espíritu se deleita
con la voluptuosidad literaria, si el arte de los jueg0s
de amor suscita tu curiosidad, entonces, escucha,
suaves, fáciles, adorables, esta serie de palabras...
Jayadeva (El Gita - Govinda)
Fue en un poniente mágico de púrpura y oros:
con música de brisas en los pinos sonoros,
rítmicas desfilaban las horas, al ocaso,
tal una ronda griega cincelada en un vaso;
un terciopelo verde parecía la pampa
y el cromo era lo mismo que una eglógica estampa.
Escuchaban los valles la Palabra Infinita
con que Él habla a las cosas:
a las humildes yerbas, a las rosas,
al león de aceradas zarpas
y al Viento que sacude la orgullosa floresta
y dirige en las sombras la polífona orquesta
del bosque, en un concierto de medio millón de arpas...
¿Cómo me hallé de súbito en la selva -que fuera,
por lóbrega y sin rutas, hermana de la obscura
selva que Dante viera -?
Yo no sé. Como un niño temblaba de pavura;
en mis carnes hundía sus ventosas el Miedo,
tal un informe pulpo. Llegaba hasta mi oído
un confuso remedo
de llanto, de blasfemia y de rugido.
Mil insectos charlaban en gangosos dialectos,
y, al desplegar la seda de sus galas,
eran en la penumbra los insectos
piedras preciosas con alas.
Flexibles bayaderas fingían las exóticas
flores, de cuyos pétalos obscuros
se exhalaba un aliento de fragancias narcóticas
que a las bestias sumían en ensueños impuros.
En el ambiente cálido, como un remordimiento,
se escuchaba el reptar de invisibles gusanos;
-un rumor de fermento,
que a las bestias sumían en ensueños impuros.
Las lianas se envolvían a los troncos macizos,
desplegando en sus curvas femeniles hechizos,
dando a sus movimientos perversas inflexiones
y simulando, en torpes convulsiones,
los lúbricos espasmos del Deleite...
Y eso, a una lumbre lívida de lámpara de aceite,
tomaba ante mis ojos aspectos inauditos
cuando, como un relámpago miré pasar tropeles
confusos y oí los rudos gritos
con que azuzaban en el bosque oculto
sus ágiles lebreles
los manes de la Envidia y el Insulto...
Pero triunfó mi espíritu en la artera emboscada
y arrojé, como un lirio sobre un agua estancada,
sobre ellos la silente piedad de una mirada.
Y, tal un Amadis de la moderna Gesta
seguí, bajo el asombro mudo de la floresta...
Oh! entonces contemplaron mis; ojos extasiados
la sacra maravilla del rostro de la Diosa
y viéronla mis locos sentidos prosternados
con la diadema augusta sobre la frente rosa.
Tenía en sus pupilas toda sabiduría,
de sus manos brotaban los designios eternos,
como un ave en su nido la sagrada Harmonía
residía en sus labios. Su mirada vertía
luz en los tenebrosos ventisqueros internos!
Oh, celeste prodigio! De fulgores solares
tejió el Supremo Numen su inmaculada veste.
Sus senos- palpitaban como tranquilos mares
de pentélico mármol. ¡Oh, prodigio celeste!
Y en el aire sutil su acento indescriptible,
su voz, como no oyeran nunca oídos mortales,
vibró tal un milagro de dulzura imposible
en un triunfal repique de sonoros cristales:
Lírico adolescente, vé a cumplir tus empeños;
que tu espíritu sea una candente pira;
musicaliza tus ensueños;
sé divino por el alto don de la Lira.
En el rosado cáliz que áureas mieles rebosa
da de beber a tu alma sedienta de ideales;
Psiquis es una mariposa
que, al revolar, se posa
sobre la carne rosa de las rosas carnales!
Sé ingenuo, como el agua de las puras cisternas
o el remanso que copia todo el celeste cielo;
y así verás triunfar la aurora de tu anhelo
y será tuyo el reino de las cosas eternas.
Y salvarás las duras verdades metafóricas
del hondo abismo de Ti mismo
y escucharás las claras músicas pitagóricas
desde la noche de tu abismo...
La fuente de Hipocrene surte dentro de ti;
duerme Pan en el pecho noble del adanida
auscúltate en la sombra, mírate, lee en Ti;
como en un libro abierto de Verdad y de Vida!
Calla al interrogante del Porvenir que ofusca,
yérguete alto y sereno en la gracia del día
rosa;
y en toda cosa,
eternamente busca
la Harmonía, la Harmonía, la Harmonía!...".
Así dijo la Diosa...
En éxtasis devoto
mi espíritu escuchó la divina enseñanza...
Al levantar los ojos, miré el encanto roto:
la visión se esfumaba en la azul lontananza.
La selva parecía un corazón inmenso,
los dulces frutos de oro lloraban ambrosía
respiraba la Tierra un como leve incienso.
Yo estaba de Ti lleno, augusta Poesía!
Entre los arabescos de las ramas floridas,
en que el rocío era un diamantino lloro,
estaban las estrellas esparcidas
como un reguero de átomos de oro.
Y, al estrellar sus ímpetus en rocas,
para delectación de la floresta,
el río completaba aquella orquesta
de ramajes, de brisas y de bocas!...
La absorta muchedumbre desde entonces me ha visto
-los ojos encendidos por la sagrada fiebre,
la frente coronada de espinas como Cristo,
las manos temblorosas de melenudo orfebre-
desdeñando las fútiles cosas del Universo,
consagrar mi existencia al apolíneo rito;
así tiene mi vida la harmonía de un verso
y es rítmico sollozo lo que naciera grito.
E indiferente al Tiempo y al Dolor peregrina
por la ignorada senda mi espíritu romero,
mientras, en la asechanza en la sombra asesina,
vanamente me envía sus flechas el Arquero!
1915
Las alas rotas
En continuas orgías cuerpos y almas servimos
a los siete lobeznos de los siete pecados:
la vid de la Locura de sus negros racimos
exprimió en nuestras bocas los vinos condenados.
Pálidas majestades sombrías y ojerosas,
lánguidos oficiantes de pintadas mejillas
se vieron coronados de nuestras frescas rosas
y en la Misa del Mal doblamos las rodillas...
Y acabado el festín -al ensayar el vuelo
hacia el puro Ideal- como heridas gaviotas
las almas descendieron al putrefacto suelo,
asfixiadas de luz con las alas rotas!
De "Suspiria de profundis" 1917
Llamé a tu corazón... y no me ha respondido...
Llamé a tu corazón... y no me ha respondido...
pedí a drogas fatales sus mentiras piadosas...
en vano! contra ti nada puede el olvido:
he de seguir de esclavo a tus plantas gloriosas!
Invoqué en mi vigilia; la imagen de la Muerte
y del Werther germano, el recuerdo suicida...
y todo inútilmente! el temor de perderte
siempre ha podido más que mi horror a la vida!
Bien puedes sonreír y sentirte dichosa:
el águila a tus plantas se ha vuelto mariposa,
Dalila le ha cortado a Sansón los cabellos;
mi alma es un pedestal de tu cuerpo exquisito;
y las alas, que fueron para el vuelo infinito,
como alfombra de plumas están a tus pies bellos!
Del "Libro del amor" 1915 - 1917
Otras estampas románticas
I
Daba el heno cortado su olor y su frescura
y el sonámbulo río su monótona música.
Iba en el cielo azul, como una reina impúdica,
la luna sonrosada, soñolienta y desnuda.
La sombra de las ramas, en las aguas obscuras,
jugaba, azul y triste, sus mil danzas confusas;
y, luminosa escarcha, arrojaba la luna
su polvillo de plata sobre las rosas húmedas.
II
Como una sombra fría bajo la niebla lila...
el sol es eso triste, sin color, que se mira
entre las aguas palúdicas, entre flores podridas.
Como el agudo llanto de una niña
se oye la voz lejana del río que tirita...
tiemblan las hojas de oro al respirar la brisa
su congelado soplo sobre la tierra lívida...
danzan llamas alegres en todas las cocinas...
y aúlla a las cerradas puertas de la alquería,
el viento, como un lobo con hambre y sin guarida.
III
Fantasmas blancos en los miradores
y llanto de los pianos a las estrellas, sones
que apagan las cortinas y los tapices; roces
de largos trajes, leves como de apariciones,
temblando en los espejos amarillos; rumores
que expiran con la luz del horizonte...
Y son cosas de sueño melodías informes
sonando en penumbrosos laberintos; y voces
de lo Desconocido, que llegan con la Noche.
IV
La noche es un suspiro azul que tiembla
sobre el obscuro sueño de la Tierra.
El parque es un silencio perfumado...aletea,
como un pájaro herido, torpe, la brisa negra.
Se corta la palabra de la fuente, reseca
en la taza de piedra.
Se va a acabar la vida... soñolientas
las hojas cabecean.
Y cae sobre el alma la tristeza
igual que sobre un muerto, un puñado de tierra.
1916
Palabras de otoño
A Miguel Ángel Barona
Guárdate tus sonrisas: mi corazón hastiado
como fruto en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha sido larga, amiga; estoy cansado
y quisiera gozar de mi hora vespertina.
Odio aquellos amores de folletín: mi herida
no mendiga limosnas de piedades ajenas;
yo tengo una tragedia y se llama Mi Vida;
para escribirla usé la sangre de mis venas.
Mi otoño anticipado me vuelve reflexivo;
me encuentras casi triste, sereno, pensativo,
no siento las delicias del flirt, es la verdad.
Mi espíritu se orienta hacia la eterna aurora,
hasta que la clepsidra de Dios anuncie la hora
de ser con mi señor para la eternidad.
Del "Libro del amor" 1915 - 1917
Romanza de los ojos
Cálido estío de tus grandes ojos.
Negras flores, en selvas encantadas,
que abre la reina de los claros ojos,
el alba de las manos sonrosadas.
Lámpara astral de tus miradas puras.
Pálida luz de sol convaleciente
que cuida, bajo sus dos salas puras,
un rubio serafín adolescente...
Otoño triste de tus ojos dulces.
Crepúsculos de seda y pedrería:
que cierra el soplo de tus labios dulces
tu sacra hermana la Virgen María.
Del "Libro del amor" 1915 - 1917
Sin razón
Dime -¿qué filtro da tu boca
en su divino beso cruento,
que hace vibrar mi carne loca
como a la débil hoja el viento?
¿Con qué fórmula cabalística
mi pena rindes dulcemente,
cual la celeste Rosa Mística
hace inclinar a la' serpiente?
Di -¿dónde ocultas el secreto
de ésta maga fascinación?
¿algún venusino amuleto
me ha ligado a tu corazón?
En vano quiero descifrar
la causa de mi rendimiento;
como la luna sobre el mar
luz móvil es mi pensamiento...
En tus leves manos estruja
mi espíritu sin voluntad:
eres la playa a do me empuja
la ola de la Fatalidad!
Del "Libro del amor" 1915 - 1917
Tapiz
Los húmedos myosotis de tus ojos
sugieren claros lienzos primitivos
con arcángeles músicos de hinojos
y santas de los góticos motivos.
Copiaron esos místicos sonrojos
los ingenuos maestros primitivos
y dieron los myosotis de tus ojos
a sus Evangelistas pensativos...
Virgen de las policromas vidrieras,
los sahumerios y los lampadarios:
velan tus sueños todas mis quimeras
y, ante el cortejo de tus primaveras,
dan su mirra y olor mis incensarios.
Del "Libro del amor" 1915 - 1917
Vesper marino
Rugió el lascivo mar a la manera
de un sátiro de barbas temblorosas,
al poner tu presencia en la ribera
su gracia peculiar sobre las cosas.
Joyas raras y sedas olorosas
prestigiaban tu dulce primavera
y al deshojarse tus palabras era
cual si estuvieran deshojando rosas.
Hubo un silencio de éxtasis en todo...
el mar violento suspiró a su modo...
lloraron en la niebla las esquilas...
Y me halló de rodillas el Poniente
viendo abrirse los astros dulcemente
en el cielo otoñal de tus pupilas.
Del "Las voces inefables" 1915 - 1916
Voces en la sombra
Al espíritu lírico de
Abraham Valdelomar
Está en el bosque, sonrosada,
la luna de la madrugada.
El negro bosque rememora
lo que miró desde la aurora:
Se recuerda, temblando, una hoja
del lobo y Caperuza Roja;
del áureo son del olifante
del Rey de barbas de diamante
habla la eufónica espesura
donde claro eco perdura;
cuenta el césped que fuera alfombra
al paso de una leve sombra,
y al ligero trote lascivo
del dios de las patas de chivo...
De una polífona armonía
se puebla la selva sombría...
Mas cuando dice una voz: "Ella,
la Diosa, el Ídolo ha pasado"...
pensando en su blancor de estrella
el negro bosque se ha callado...
Del "Libro del amor" 1915 - 1917