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Rafael Espejo
Aire viciado
Cuando nos falta fe para cremar la tarde
sostengo con el índice la llama de una vela;
y a esa luz palpitamos
de sombra en la pared,
pero no nos abriga.
Como no hacen hogar las mecedoras
(por más que ralenticen el tiempo de tenernos),
ni la mesa camilla, ni el frufrú de las manos,
los libros, la quietud, los días por venir.
¿Qué poso del amor no quiere aquí asentarse?
Ven,
vamos a abrir la puerta.
No precisamos techo para hacer pie,
míralo así:
tampoco tienen un lugar las nubes
pero pasan.
Y cuando acaso alguna se equivoca,
o queda rezagada,
o el viento la desvía,
no importa, también pasa.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
Amour Fou
Apaguemos la vela y en silencio
hagamos el amor palpando sombras.
Que crujan de placer nuestros desnudos.
Que las ondas de aliento entrecortado
te rosen el fulgor de los pezones.
Probemos de esta miel la noche toda.
Luego me marcharé sin despertarte:
no dejaré ningún beso dormido
sobre tus labios blandos y entreabiertos.
Y olvidaré las calles que desande,
por si vuelve a surgirnos la ocasión
de querernos como desconocidos.
De "El vino de los amantes" Hiperión, 2001
Autorretrato
Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pía.
Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.
De perfil me embellecen
un ojo y una oreja, media nariz, dos labios
mitad sobre mitad.
Y duros huesos a los que se enredan
músculos trepadores
regados por la sangre que heredé,
todo cubierto de porosa dermis
mal abrigada por vellosidades.
Pero yo, que habito una región
ignota en el cerebro,
sólo me reconozco íntegramente
en el pene y los testículos:
esos ojos no natos con trompa umbilical,
reliquias ancestrales
de las eras biológicas que confluyen en mí,
pura animalidad que me despierta.
¿Para qué sirvo entonces,
a qué puedo aplicar estos dispositivos,
exactamente qué he venido a hacer?
Vivir, pero además
vivir consciente,
vivir como si solo
fuese real la vida.
Y dar gracias a ciegas
a quienes me engendraron,
gracias al niño que me trajo aquí,
gracias a las muchachas,
al perro que me sigue y a la flor transitoria,
a la llovizna mística, a la luna de agosto,
gracias a los viajes que al llevarme
me hacen creer en casa,
y a las drogas felices, y a las decepciones
que me tienen humilde.
Esto soy. Gracias,
enormemente gracias.
Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto,
muchas gracias.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
Buenos días, noche
De buen amar se vuelve
magullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.
El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.
Agradecido así,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tarareando:
no puedo amarte más, no soy tan físico.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
De amiga
Quien esconde un amor,
quien va celosamente almacenando
entre algodones la semilla nueva,
se desvela hacia adentro,
se desvela
como brilla la luna al mediodía.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
De noche, los domingos
De noche, los domingos son más tristes.
Ayuda la impresión bobalicona
de la distante luna, cuyo velo de flema
irreal se contagia:
las familias se arropan a la lumbre
eléctrica, o apuran
los restos de la cena quedamente,
pensando ya en la paz merecida del catre;
descienden el telón de las persianas
y se rinden al sueño de sí mismas.
"Que nadie nos moleste"
digo entonces,
"vámonos a un rincón".
Me aprietas silenciosa. Tú también tienes frío.
Pero los dos sabemos que quizás
sea mejor así,
caminar solitarios los recodos del pueblo
y a espaldas del convento
-piedras despellejadas con verdín-
nuevamente entregarnos en un culto
feliz porque salvaje:
dos mamíferos
que luchan contra el medio por conservar no más
que su sangre caliente.
De "El vino de los amantes" Hiperión, 2001
El beso
Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.
Se siente un leve soplo.
Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.
Saborean. Demoran el deseo.
Los amantes quisieran comprobar la emoción
desde el cuerpo del otro,
fingen que fingen.
Quieren hacer un beso
que la lluvia del tiempo no erosione.
Que permanezca mínimo y total.
El beso que han soñado tantas veces.
Y cuando al fin comparten la saliva
les queda la impresión
de haber equivocado algún detalle.
De "El vino de los amantes" Hiperión, 2001
El milagro
Si me pide Panchita
que desintegre el agua para demostrarle
separaría hidrógeno de oxígeno
con unas pinzas.
No en realidad, pero quizás lo hiciese.
Que me lo pida.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
La rueda
Mientras duermo algún sueño
en la sabana
una presa sucumbe a su depredador.
Aquí es noche. Allí día.
Se despereza el mar a cada ola,
las dunas del desierto no encuentran acomodo.
Si alguien colma su sed,
alguien se desahoga entre memorias tristes.
Huye una nube
(flota,
se invierte en ese charco),
está volviendo.
La flor despunta tersa,
se ruboriza el viejo por seguir siendo mundo.
Todo comienza ahora. Todo acaba.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
Madriguera
Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Carlos Martínez Rivas
Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:
huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.
Con hilillo de baba
seca en la comisura de sus labios
y un sudor aceitoso surcándole la piel.
Las greñas enredadas.
(¿No desean lamerla, retozarse con ella
como serpientes entre hierbas altas?)
Así la quiero yo: hedionda,
envuelta en la placenta de los días;
presta para nacer entre mis brazos
con las primeras gotas de una luz
que la persiana filtre
macerando sus ojos.
Así. Pura mujer. Sin trampas.
Pestilente. Fluvial.
Inmaculada.
De "El vino de los amantes" Hiperión 2001
No me lo expliques
Cuando unas aguas se diluyen
en más agua
crece el anonimato del mundo.
También a las hormigas,
mientras portan el grano y lo almacenan,
las atrae esa muda voluntad
integradora.
Si una presa es cazada
la vida toma impulso en el depredador.
Y el viento siempre vuelve,
y la luz nunca acaba,
y las nubes suceden a las nubes…
Algo con insistencia está pidiendo
que me salga de mí si yo contigo.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
Nocturno
La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
con la luna; hay también
quietud en lo profundo, donde no ocurre nada,
allí donde podría imaginarse
un vuelo de lechuza que atraviesa el silencio.
Y todo se resume en la palabra
fugaz.
Pero yo me detengo en ese corro
que corteja a la vida, compartiendo
explosiones de júbilo y otra especie de guiños
que luego buscarán intimidad
a la luz de las brasas de la hoguera.
Uno de ellos parece ensimismado:
"mañana... estos momentos..."
se teme,
y no disfruta.
Entre tanto, las chicas,
sensuales con sus nucas descubiertas,
dotadas de misterio por reverberaciones
de llamas que iluminan, de vez en vez, sus rostros;
ajenas al dolor
que acaba de robarle la sonrisa
al joven pensativo.
Se saben triunfadoras del presente.
Y el presente les dura hasta mañana.
De "El círculo vicioso" Universidad de Granada, 1996
Nos han dejado solos
A la orilla del mar,
donde el aire se densa porque viene
rumiando idiomas.
Tiembla el cielo en las aguas,
la tarde mece así sus intuiciones.
Y si me abrazas nos desvanecemos
en el paisaje pardo.
Qué placenta
esta balsa de tiempo suspendido,
qué remanso de paz.
Como el principio.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
Nunca del todo
Saber menos aún,
desabrazarle al yo sus anillos de árbol,
confundir mis ideas con luciérnagas
intrascendentes.
Tenerme cada vez, nunca del todo,
como si fuese un niño quien me vive.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
Principio y fin de la siesta
Saciados el estómago y el sexo,
¿qué queda?
Mullo el vientre calmado de mi amiga,
que entrecierra los ojos
y apenas corresponde:
un roce, como ondas
erizando sus hebras.
Desnuda, libra
la gravedad
de los acantilados
bajo el plácido vuelo
de los pechos
(el corazón,
poroso y rojo,
serena nuestro canto en su caverna).
Si se ovilla
es un monte que ofende en la sabana
la aridez del ocaso,
Y late
con pulso adormecido
una respiración secreta, vegetal:
oigo el musgo crecer sobre su pelvis.
La calavera rumia el sueño de su vida
como el mar en las conchas deshabitadas:
¿Qué reverso del mundo
he de aceptar por no quedarme solo?
Y este beso, ¿se filtra
como vaho en su hipnosis?
¿Es el aliento dulce del incienso
o acaso niebla baja
que sonrosa los bordes
de mi amiga?
Duerme,
duerme sobre nosotros
un cielo ensimismado
mientras cruza su frente
esa nube que apaga,
un momento, la tarde.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos, 2009
Regresión
Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera
Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.
Tú acércate con dudas,
devuélveme el asombro
de aquel breve, infinito primer beso,
el temblor en tus ojos
de niña sorprendida en el pecado.
Deshazte de la ropa.
Tú separa los muslos
e imagina el gemido de unos cauces
con las aguas crecidas,
siente el salitre denso, desbocado
del río al diluirse en el océano.
Tú piensa en tierras húmedas después de una tormenta.
Y acaríciame dulce,
recógeme en tu pecho
la promesa
de que ya no te vas,
susurra que mañana
vamos a amanecer, mi vida, a medias;
pero antes de que el sueño nos aísle
dame otra vez tus labios recién hechos,
ondúlalos como una bienvenida,
enjúgame el sudor
pacientemente, madre.
De "El vino de los amantes" Hiperión, 2001
Silba
Unas hojas
-mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
hueco:
vibran,
revolotean.
Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva...
Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.
De "Nos han dejado solos" Pre-textos. 2009