Khishka fue un venerable maestro de cuantos a él acudían. Sus ojos irradiaban un destello de paz y un aura de alegría solía rodear su entorno.
Al atardecer de un día, un tal Eliosh, que tenía que rendir una de las ´ltimas pruebas para consagrarse como su discípulo pleno y derecho, fue donde Khishka y, éste, ordenó la siguiente prueba:
- Ve al cementerio y comienza allí a gritar toda clase de glorias y halagos a los muertos.
Eliosh fue apresuradamente al cementerio más cercano y, solo pudiendo hallar un silencio absoluto, gritó:
- ¡ Dichosos vosotros que ya descansáis! No tenéis que preocuparos de las cosas de nosotros, los vivos. ¡ Descansad en paz! ¡ Y toda la gloria y honor que os tributo, sea para vosotros motivo de regocijo allí donde os encontréis! ¡ Yo os estimo, os admiro, y os
alabo donde vaya porque os lo merecéis!
Pero, solo se escuchó un silencio absoluto. Y entonces regresó junto a Khishka, quien preguntó:
- ¿ Qué te respondieron los muertos a quienes ofreciste glorias y halagos?
Eliosh contestó:
- Nada, solo pude escuchar un silencio sepulcral.
Khishka replicó:
- Si así fue, ahora ve al mismo cementerio y lanza toda suerte de insultos e improperios contra los muertos.
Eliosh, obediente con el maestro, fue al cementerio e insultó a los muertos como se le venía en gana. Pero, ningún muerto reaccionó. Solo se escuchó el mugir de un silencio absoluto. Entonces regresó donde el maestro, y éste preguntó:
- ¿ Cómo reaccionaron los muertos a tus insultos?
El discípulo contestó, una vez más:
- Nada.
Y Khishka Concluyó:
- Si quieres ser mi discípulo debes ser como los muertos, indiferentes a los halagos e insultos de otros. Ahora ve y aprende la virtud de un muerto.
La indiferencia a los halagos e insultos de otros es el requisito primordial para escalar las alturas más sublimes del alma..
Ohslho
Videocuento "Los tres cerditos", con dibujos originales de Pedro Vidal