LA PALABRA
Para mi hija Alba Ondina Manuela
I
Nada es efímero, ni el dolor ni el placer.
Corremos de una puerta a un árbol solitario,
de un puente a una gruta que guarda el tiempo.
Cada mirada es un descubrimiento perfecto.
La lluvia es el sol que ocultan ciertas nubes.
Nuestra palabra es un grito irreversible en la nada.
Escribimos un nombre de alguien que no conocemos.
Oramos en el templo desierto del olvido
y soñamos con Dios encadenado a su dolor.
Somos peregrinos sin fe por el desierto
y dormimos sobre la blanca arena mirando el universo.
Para existir, a veces, inventamos un amigo,
le damos un nombre y con su recuerdo
nos perdemos en un bosque de palabras que se mueven.
Decimos que venimos de otro pueblo y nos confunden
con la lágrima que dejaron los que se fueron.
No conservamos nada del silencio que nos procuró
la suerte, el destino que no deseamos tener jamás.
Como aquel oscuro pasado, sobre la hierba cruzamos
para alcanzar el recuerdo que dejaron los otros peregrinos.
En una calle encontramos la sonrisa de un desconocido,
luego nos sentamos en una piedra para ver
las huellas que sobre la hierba quedan,
y también tu rostro que en la penumbra esperando queda,
amigo, hermano, la palabra que nos salve.
II
Entonces, pienso en la palabra que a todos no libera
del miedo, de la sombra que cerca la memoria,
del aire que se filtra por las rendijas del dolor.
Pienso en la palabra que a todos nos libera
del dolor que encontramos en este valle.
Pienso en la palabra que nos nombra un camino,
aquella que nos muestra la ventana, no el olvido.
Pienso en la palabra que me dio un amigo en la frontera,
aquella que abrigó con un pan todo mi destino.
Pienso en la palabra secreta que a todos
nos espera en alguna parte, desnuda y sola.
Pienso en la palabra que pronunciaron otros hombres,
aquella que abrió las puertas del insomnio.
Pienso en la palabra que me dejaste escrita en un árbol
aquella que ya escribieron otras manos en otros muros.
Pienso en la palabra destinada por otros al olvido,
aquella que me nombra, un ruido, una cosa, una imagen.
Pienso en la palabra que separó las aguas del mar,
aquella que atravesó todo un desierto.
Pienso en la palabra que soñamos
en el fondo de una gruta.
Pienso en la primera palabra que pronunciamos
con dolor, por este camino que nos lleva a alguna parte.
Pienso en la palabra que no pronunciaré un día,
aquella que todo lo nombra, que todo lo revela.
Pienso en la palabra que escribí en una carta
a un desconocido.
Pienso en la palabra que mide el tiempo,
aquella que destruye los caminos como las noches.
Pienso también en la palabra que encontré a orillas de un río,
en aquella que me dio un niño en el alba
para cruzar el ancho día.
III
No era la noche sino la luz
No el pasado sino el camino que faltaba recorrer
Eran sus manos agarrándose de una rama
Eran voces que rodaban de sus labios
Era su larga cabellera que jalaba el viento
No era la noche sino sus ojos en la noche como luces
No era una estrella sino una ventana abierta:
era su voz que llamaba en el centro de un bosque y también
el ruido de sus pasos que sobre la arena iba dando.
Yo la esperaba cada tarde
al pie de este roble que sombrea mi cansado cuerpo.
No era la duda sino su voz que cortaba el viento,
su voz que refrescaba todo mi cuerpo en el desierto.
Pero hoy que quiero verla no la veo
y así, hacia una sombra que se mueve en el camino yo me acerco.
Hundo mis pasos en el polvo que ha soplado el viento,
jalo mi cuerpo como se jala una roca del camino.
No era la noche sino la palabra que inventa el día
para que todo fuera diferente en el huerto prohibido,
para que los niños no miraran en sus manos
el hambre,
la sed que corría como un río por los cuerpo de los desgraciados.
Era otra sombra que ya nadie quería recordar,
el rostro que ya nadie quería recordar.
No era la noche sino el viento que bajaba o subía al cielo.
Era ella, la palabra, la voz que creo todo el universo
y todas las cosas que en el universo existen.
Era la piedra que en la piedra se formaba.
Eran los mares que impacientes me esperaban.
Eran las flores que miraban nuestros ojos en los prados.
Eran los manantiales que nacían del vientre de la tierra.
No era la noche sino un camino abierto que todos esperaban.
No era el fuego sino la fuente del reposo
allí donde encontraran los desgraciados
agua para lavar sus miserables rostros
que vivieron como huyendo de la vida de los afortunados,
pues nada les dejaron sino olvido, indiferencia y desprecio.
Era la palabra que todo lo guarda y todo lo recuerda.
LLUVIA DESPUÉS DE MI CAÍDA
Cae lluvia mía,
tres días y tres noches,
lluvia mía.
Cae como trueno
sobre los ojos de los desgraciados.
Cae lluvia sobre las calles de París,
por estas que camino,
enlodado hasta mis codos.
Cae para que arrastres en tu piel
la miseria que todos respiramos.
Cae para sentir fresca la mañana.
Cae para que vuelvan a sonar los ríos,
para que se abran las noches,
para que yo vuelva a mirar los ojos de la gente
y mis hombros soporten sin dolor
la pena,
esta cosa que veo en cada pecho,
hoy que camino entre dudas por esta orilla.
Cae humana lluvia
para borrar mis huellas y mi nombre,
para cerrar mis ojos a la historia.
Cae lluvia mía como un recuerdo
no vivido,
como un sueño tanto tiempo ya esperado,
como tierna melodía en este viaje.
Cae lluvia mía para abrazar tu piel
cuando me mojes gota a gota.
Cae para limpiar el aire oscuro,
aquel que brilla detrás de cada puerta.
Cae como una enfurecida ola,
para limpiar mis ojos
y las sombras de mis ojos.
Aquí te espero junto a una piedra,
desde aquí te veré llegar,
como un divino laberinto,
abrazando entre las ramas
las noches que acogieron a mis ojos.
No más oreja ni ojo
en el umbral de mi caída,
ni palabras que me hieran como espadas.
Borrar quisiera las nubes de mis ojos.
Alejar quisiera la pena de los desgraciados.
Allá van como sombras sin destino.
Por allí asoman sus flacos rostros desamados
a la aurora que vuelve a despertar sus ojos.
Seres que del sol vienen huyendo.
Seres que la lluvia acoge como hijos.
Almas que florecerán en alguna parte.
Ríos que irrigarán otros amores olvidados.
Cae lluvia para incendiar mi pecho.
Cae lluvia mía,
tres noches y sus días,
para sentirte cuando duermo
agotado,
sin mirar por la ventana,
el sol que nunca llegará.
Sólo tú, lluvia mía,
conducirás los recuerdos de los desgraciados
por los más estrechos caminos
que te ofrecerá el viento miserable.
No son sólo lágrimas
lo que del cielo nos ofrece la desventura,
es también la pena,
de una voz que nadie escucha.
Pero tú,
lluvia que te posas en mis ojos como un sueño,
lluvia que fecundas la tierra sin dolor,
lluvia, sustento de todo lo que existe,
llévate esta pena como herencia de todo lo vivido.
Lluvia, alma de mis ojos en la noche.
Lluvia, peregrina del desierto,
cae como un rayo en mi camino,
cae y vuelve a caer,
para sentir el olor de la tierra,
para sentir el frescor olvidado de la hierba,
el sonido de cada paso que damos en la duda.
Cae sobre las noches que imploran en secreto,
las voces de los desgraciados,
aquellos que sueñan con un árbol,
aquellos que nunca han sido amados,
aquellos que en la mirada llevan una herida.
Húndete en la piel de cada cosa,
en cada cosa imaginada,
en cada piel meditabunda.
Pero cae sobre los bosques,
sobre los cristales de los bosques
para oírte cuando pases
y humedecer mi rostro en el camino.
Allá van distanciadas
unas de otras las voces de los desgraciados
repitiendo sus nombres en los valles
como lamentos de almas penitentes.
Cae por ellos, lluvia mía
para acompañar su silencio y su dolor
entre tanto ruido
que hace la despiadada gente.
Cae lluvia mía.
Cae como un milagro,
tres días y tres noches,
Lluvia mía.
EXTRANJERO
Como ayer, no haz de esperar a nadie,
viejo caminante del desierto.
Mirarás el espejismo de tu propio laberinto
y nadie, en la dudosa noche,
ni siquiera el viento dispersará
el polvo que en tus ojos ya reposa.
Lejos están los valles, lejos los ríos
que una vez guiaron tu llegada.
No habrá ruidos ni sombras
en los prados de la noche.
Sólo tú, entre las rocas,
una puerta buscarás para salvarte,
y nada encontrarás en el vacío
que a tus ojos ofrecerá el cielo.
Volverás como vuelven
las aves a posar su vuelo en las orillas.
Sentirás el aire descompuesto
que inunda las ciudades.
Querrás encontrar lo que soñabas
mas nadie oirá tu llanto peregrino,
ni la voz que derramando vas por el camino.
Tan profundas son las noches en tus sueños,
tan profundas son las noches en tus ojos,
tan inmenso es el camino,
que con dolor te falta recorrer.
No me busques, extraño caminante,
pues nada ofrecerte podría si me encuentras.
Ciegos están mis ojos, ciega mi memoria.
Yo, como tú, busqué una piedra para cobijar mi soledad;
nadie en esta tierra abrió sus brazos para estrechar
mi corazón, mi viejo corazón desconocido.
Mas veo que tercamente sigues,
rodando en el silencio tu palabra;
cruzando parques y jardines y ríos
que sólo tú, caminante, miras,
como yo miro aquella indescifrable nube,
que pesadamente arrastra el viento,
sin saber dónde abandonarla.
Se incendiará la noche una vez más,
con el reflejo que de tus lágrimas,
te dará la desventurada,
aurora que no verás pasar,
cuando tú pases como Angel solitario.
El sudor que de tus sienes
verterás en el desierto,
humedecerán tal vez,
las palabras que entre dunas,
vas sembrando sin saber,
el destino que a cada una de ellas les espera.
Tan estrechos son estos caminos,
tan amplia tu palabra,
raro caminante,
que en la bruma del tiempo no te pierdes.
Todo el que mira tu silencio,
mira también los pasos que das en el desierto.
Qué podría darte yo,
amigo de la noche,
hoy cuando te acercas a mi lado.
Nada conservé en este viaje,
tan solitario como el tuyo.
Sólo podré heredarte mi palabra,
mas no sé que podrás hacer con ella,
si cobijar no podrán jamás,
tu silencio y tu dolor.
CARTA A UNA EXTRANJERA IMAGINARIA
Recojo estas palabras del silencio que me abrigan,
en tu ausencia ; hoy cuando camino
por los laberintos que habitan las ciudades.
¿Dónde estarás tú, extranjera, hoy cuando te escribo ?
¡Cómo no imaginarte, lejana y dulce ;
apasionada y triste, por las orillas de este río !
Allá estarás tú, en el extremo de la tierra,
esperando la voz, ésta que te busca entre las gentes.
No son sólo los mares los que dan reflejo
a tus cansado ojos, son también,
los espejismos que cubren los desiertos.
Siento que los vientos australes me alargan tu mira.
En tu mansa cabellera se pierde mi silencio,
hoy cuando llueve inquietudes en mi pecho,
hoy que llevo mi cara de triste caminante ;
mas por allá va una estrella buscando su destino.
Tan lejos están tus pasos de los míos,
tan lejos tu mirada de la mía,
tan fundida va la sombra en la sombra ;
pero los corazones, envueltos de esperanzas, borran inmensidades.
MÁS ALLÁ DE LA FRONTERA
a
Odio y Amor no nos abandonan
Nostalgia, palabra y beso
Lluvia, tierra y canto
Sombras que se acercan al parque
Papeles, agua, ruido que se pierde
Rostro, cara que nos devuelve el viento
La noche, el vuelo, un adiós olvidado
Hora que pasa y vuelve
Y tocan a la puerta y miran mis manos y mi sangre
Frontera, Enigma que me miras
Abrigo de todo aquello que ignoramos
Tú que me esperas con un ojo y con una linterna
Yo me alejo de tu vientre, mas otra tierra en invierno me recoge
El olor a lluvia queda
El hambre y la caída
El café no bebido
El dinero no cuenta, cuenta el rostro, la piel que nos envuelve
Caballos en los sueños
Cascos de caballos en los sueños
Estoy sentado en alguna parte que nadie ignora
Y una sombra salida de un caballo
me muestra la calle, no un parque
Mudo Cervantes
Mudo también don Quijote y su escudero
Mudos los muros de Madrid
Yo me alejo
Papeles, ruidos que empuja el viento
Más allá una puerta
y detrás de la puerta una mujer desnuda
La Plaza de los Toros y un teléfono que no suena
Son las nueve y las calles desiertas
Hojas de aquel otoño inolvidable
Ramas que cuelgan de la nada
Lágrimas que brotan de la tierra
Hospitalidad, semilla que no germina
Flores marchitas que no esperan a nadie
Viento que transpira
Todo no queda en ti, viejo Enigma que me sigues
Ni en tu sombra, ni en tu ruido nocturno
Es 1991, es noviembre o diciembre, quién diría 500 años ya
y yo y mi sombra detrás de la frontera
Y todo es nada en la memoria
Voces, miradas secas, indiferencia y desprecio
Tanto haber nacido
Tanto haber soñado
y no comprender nada
de aquel hermano extranjero que me mira
Otras escaleras, otros puentes nos esperan
h
Noche, sombra de la nada
Abrigo oscuro de mis pasos y mi nombre
Llave, palabra que encierras todo el universo
Me acerco por el barro a cada puerta
Luces y noches que no me alcanzan
Amores marchitados en las aceras de una calle cualquiera
Labios, fantasmas de mujeres que me hablan
Ojos, llanto, universo incomprendido
Hora que me cerca en la sombra
Pasos, ruidos de la gente que no me habla
Distancia, llano de mi frente
Enigma, espada de mis sueños
Camino incierto que te precipitas a mi sombra
Hojas que se quedan en el barro
Dueño que juegas a los naipes con un ojo
y con el otro esperas que te pague, el paso de la noche
Tiempos aquellos, estos que viven como espadas
Tiempo que marchas incansable en el barro de cenizas
Sombras extrañas que me salvan
en la noche y en la aurora
Vientos, ruidos, gestos
que hunden sus huellas en mis huellas
Puerta indefinida
Merienda que no consumo
Siesta, sueño que te inventas
Polvo, tiempo que me encierras
Madre española que me serviste tu olvido en un plato
cinco días y sus noches
Tú que me mostraste las puertas sin manubrio
Tú que me esperabas en la tarde como a un hijo
No todo es sombra en la caída
Es también mi inocencia peregrina
La mirada que no me devuelve el destino
El mar que no me trae el viento
Todo aquello que no se siente como piedra en el camino
LA SOMBRA
Protege sombra la sombra que camina,
no su destino, ni las voces que derramando
va tras unas huellas que en la oscuridad se pierden.
Devuélvele la aurora y los signos
que otras manos le arrebataron de su vientre,
en aquel tiempo que la memoria no olvida.
Sólo quiso ser un hombre, no el espectro de un hombre.
Toda la distancia errada,
ni las llagas que de su cuerpo brotan,
abarcan su destino, sólo su recuerdo.
Díctale en la noche, sueños, no visiones
que de la lumbre, ya despierto, lo distancian.
Muéstrale los ríos virginales que se ocultan
de sus ojos marchitados.
Devuélvele la luz en su difícil laberinto imaginado.
Sólo quiso ser un hombre, no el espectro de un hombre.
EXTRANJERA XXVII
Dime tú, piedra, qué quedará de nosotros
de este rostro azotado por el viento
de aquel corazón entristecido que me busca
de aquellos ojos que son la luz y la tormenta.
Tiempo de abundancia y de agonía
protege los errantes pasos
de aquella extranjera peregrina de los mares
de aquella sombra indefinida que se forma a mi costado.
Seguramente nos verán pasar por un puente de París
Cruzar un oscuro parque de Berlín
Huir de una ciudad como Madrid.
Tú, bella extranjera, más allá de las fronteras que se forman
espérame, allá, donde siempre ha de brillar el sol.
POETA EN UN VALLE
El
Pasar lo vi diciendo:
"Yo amar quisiera
la peregrina estrella
que mis ojos tantas noches imaginan,
no el desierto que a mi voz depara
la rara suerte que me presenta el día.
Para qué orar
me digo cuando oro,
al lado de este muro frío
que del viento me protege,
si nadie consolar
podrá mis ojos
que en la soledad se pierden
con los días"
Pasar lo vi por este río
como sombra encadenada a su destino.
Llevaba en su mirada
una herida
profunda como un valle
que en el desierto espera
ser nutrido por la lluvia.
Hacia el mar lo vi andando
buscando con sus ojos una sombra
que a sus pasos guíe
hacia otro rumbo que no sea la muerte.
"Te esperé, noble Esperanza en el camino.
Pregunté por ti a los que duermen.
Grité tu nombre en el desierto,
mas sólo el eco de tu nombre,
me trajeron
las tristes aves que del mar vinieron,
huyendo
por todo aquello que sus ojos
desgraciadamente vieron
crecer sobre las aguas de sus mares"
Vi que aves y hombre se alejaban,
hacia un lugar donde ambos ignoraban
ver el agua que a sus labios prometieron,
otros labios, que de esta tierra nunca fueron.
LUNA
Por una calle lo vi
pasar como un espectro
con extraña voz diciendo:
"Dime que no estoy muerto
despiadada Luna
que en esta dura noche
alumbran las estrellas a mis ojos.
Quedarme yo quisiera
a mirar por los pasillos
la indescifrable noche.
Rudo despertar das para mis ojos,
Imagen que de la oscuridad te acercas,
como un ocaso
que huyendo aleja las sombras a los mares.
Mas estos ojos
buscando van en las tinieblas
unos dulces ojos
que de las tinieblas los aleje.
Qué ha de ser sino esta palabra;
que con dolor ya nos oculta,
la noche, la sombra desnutrida.
No es sólo mi nombre
lo que en la penumbra pena,
son más las voces
que desgraciados
soportar en su alma ya no pueden,
son los niños
que abandonados fueron
en el vientre de la noche.
Son los muertos
que en el inferno habitan;
son también los hombres
que mirar no quieren lo que miran.
Dime, complicada Luna,
Si esperar mi ojos deben,
la luz que otros ojos pueden
traer para consolar,
los pasos que dando voy por este mundo."
Lo vi, con voz cansada,
por un sagrado valle alejarse
mirando la sombra que en la noche lo seguía.
Vi que de sus ojos
no lágrimas sino palabras
brotando iban
y en medio de tal oscuridad brillaban
con el reflejo que de la luna les llegaba.
SUS OJOS
Cansados los negros ojos
del raro caminante
que en la negra oscuridad
iba diciendo:
"Dormir no pueden estos ojos
que me dan la oscuridad,
no la luz
que a todo ser viviente anima"
Y palpaba con sus manos
cada roca humedecida
que a orillas de los ríos
parecían esperarlo.
"Limpiar quisiera el polvo
de estos ojos
que de la luz
huyendo van sin quererlo."
Luego con la punta de su pie desnudo
buscaba el suelo firme
y no rodar más
hacia el profundo valle
que sólo él imaginaba,
en la noble travesía,
que todo su cuerpo hacía en vano
porque nadie en la otra orilla lo esperaba.
"Mas estos ojos
que todo el dolor me muestran
no me muestran lo que busco
todavía en este oscuro valle
donde me trajeron
otras voluntades
que hoy no puedo verlas."
Infatigable iba dando voces
unas que con dolor ya resonaban
otras que sin fuerza en el ruido se perdían.
EL VIENTO
Por la oscura senda la dura sombra iba
Luchando con el frío viento
que de alguna parte alguien le soplaba.
Apenas a mí su voz me alcanzaba:
"¿De qué lado malvado viento,
vienes a perturbar mi solitaria marcha,
qué labios azuzan tu instinto,
qué extrañas fuerzas
sobre mi cuerpo te dirigen?
Continuar debo yo este camino
que tanto tiempo
los dioses prometieron a mis ojos"
Quebrada la sombra iba entre las piedras
con humana voz diciendo:
"Salir quisiera de este indeseado
tiempo que la muerte acosa a mis ojos.
Mirar quisiera yo tus ojos
Noble Esperanza, en este valle,
antes que todo tinieblas sea en mi alma
y nada mover pueda mi cuerpo,
ni el desventurado viento
que sin razón mis pasos va truncando,
ni la desnuda noche
que cabalgando va por los desiertos deshielados
para cobijar mi nombre entre sus manos."
Más eran los ruidos
que sus pasos en el charco hacían,
lo que de él hasta mí llegaban.
El sonido de su hambrienta voz
con suavidad el viento aniquilaba.
Así, ya despuntaba para mí otro día,
y otra larga noche para él,
el frío viento a sus ojos ofrecía.
RÉQUIEN PARA DARFUR
Dios mío, ¿dónde queda Darfur ?
¿Qué camino seguir para encontrarlo?
¿Hay acaso una frontera de fierro,
una frontera de polvo y de miseria ?
¿Qué manos son las que me ocultan el camino ?
Dios mío, ¿dónde está Darfur ?
¿Acaso está hundida en la tierra,
acaso en la memoria inmoral,
que hunde sus garras negras en el hueso,
en la piel seca de los cuerpos que ni sombra tienen ?
Dios mío, ¿dónde están los niños de Darfur?
¿Dónde están que no los veo?
¿Son acaso mis ojos ciegos,
o es puro sueño lo que vivo y lo que veo ?
Siento un grito enterrado en el polvo de mi ser.
Dios mío, ¿dónde están las madres de Darfur ?
¿Quién engendró esta noche amarga para ellas ?
No hay ni lágrima, ni risa, ni pena en su mirada,
sólo llevan hambre en su vientre disecado,
esa cosa que sube como espinas a sus labios.
Dios mío, ¿dónde están los padres de Darfur ?
¿Son acaso aquellos laberintos que se mueven,
como hilos, que esquivando van el azote, la bala y el machete ?
Haber nacido en la tierra para mirar lo que miro.
Haber nacido en esta tierra para morir viviendo lo que muero.
Dios mío, ¿dónde está la tierra ?
¿dónde el árbol, el río, la llanura, la casa?
¿Y qué hago yo aquí, buscando lo que no busco:
aquella tierra, aquellos niños, aquellos padres,
dispersados todos, golpeados por el polvo negro siendo blanco ?
¿Dónde estás tú, perdido entre las nubes de polvo,
que hacen los que huyendo van y vienen
por los caminos infernales de Darfur ?
¿Acaso no hay piedad en tu mirada,
para alejar la miseria y los llantos del camino ?
TERREMOTO EN PERÚ (2007)
No puedo orar, ni llorar, pero oro
en el silencio frío de la tarde que se va.
No hay ventana ni puerta ni adiós,
porque no hay casa ni habitante que se va.
Todo queda en el pecho,
todo permanece en la memoria
porque el dicho olvido no existe para mí.
Los escombros a mis ojos llegan
como heridas fulminadas por un rayo.
Y llamo a mis parientes desde lejanas tierras,
llamo desde este muro que me aplasta,
y el teléfono no suena : extrañas voluntades lo cortaron,
para preservar sus onerosos dividendos.
Estoy bajo los escombros de la tierra
y respiro, y no respiro, y vuelvo a respirar.
Me llaman por mi nombre y no contesto,
no tengo voz, ni fuerzas ni camino,
estoy bajo una piedra, atrapado por el miedo.
Se oye otra voz, un llanto de niño, de padres, de amigos.
Se oye la tierra que vuelve a la tierra,
y yo estoy aquí, abrazado a un cadáver,
al cadáver de mi cuerpo, el tuyo, el mío.
Estoy aquí regado en el camino.
Oigo a lo lejos sirenas que se van,
y no me llevan, me dejan,
enterrado en el muro que construyó mi padre,
me quedo en la casa de mis padres,
en la casa de mis hijos, en mi casa para siempre.
Estoy herido, muy herido
en la carne y en el alma
estoy herido hasta el fondo de mis ojos,
hasta el fondo de mis huesos.
Yo no sueño nada, pero sueño con mañana.
No todo termina aquí, padre, hermano,
amigo que te quedas sentado en esa piedra acongojado,
que no te venza la orfandad,
ni el oscuro río de la muerte.
Mira aquella luz, el camino, la esperanza, la fe ;
oye la voz que llama en el desierto.
No fue el mar, fue la noche,
la antesala de la noche.
Debéis continuar y construir otra casa,
una casa más grande y más fuerte,
la casa de tu cuerpo, la casa de tu vida.
En este rincón de la tarde, oro
muy callado, en medio de los ruidos del mar,
del mar humano que gime de dolor,
y oro a Dios, a la Virgen, a los Santos que olvidé,
por irme por otras sendas más oscuras,
a gastar mi tiempo, mi energía y mi yo.
Aquí estoy sin una lágrima, enterrado
y renaciendo a orillas de este olivo
más allá del viento, más allá del mar.
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