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Alfonso Costafreda
Compañera de hoy
Compañera de hoy, no quiero
otra verdad que la tuya, vivir
donde crezcan tus ojos,
dando tu luz, tu cauce
a lo que veo y siento...
Deshacer ese ovillo
oscuro del temor,
encontrar lo perdido,
quebrar la voz del sueño...
Y lenta, lentamente
aprender a vivir,
de nuevo, de nuevo,
como en una mañana
cargada de riqueza.
Contemplo
el monte frío,
la lenta paz,
la cumbre...
Mas volvería
a andar
el mismo camino,
a amar la misma tierra
honda y desposeída,
apasionadamente
la misma incertidumbre.
De noche en noche más alto parecía
en la memoria ardiente el árbol de los sueños,
como si tú tuvieras de nuestra vida el fuego,
el poder de una hoguera.
Tantas y tantas veces
de este mundo irreal, prisionero y rehén,
con qué esperanza hoy veo el contorno vivísimo
del día, la realidad de un momento,
con qué avidez, con qué fervor distingo
la voz, la mano, el pecho.
No puedo hablar; aunque quisiera
no puedo hablar con alegría.
¿Qué he de decir? Ni tan siquiera
presentar puedo una página limpia.
No puedo hablar, sólo tinieblas crecieran
sobre la hierba maldita.
He de callar, pero yo diera
mi vida.
Ella quiso seguirte
Ha muerto mi padre.
Se repite su ausencia cada día...
(De "Nuestra Elegía")
Ella quiso seguirte, encerrada en su sueño
arañaba las puertas para que tú la oyeras,
para que respondieras a gritos te llamaba.
Su palabra vencida, se sentó gravemente
como si un pensamiento profundo la ocupara,
y entre su propia sangre fue entretejiendo sombras,
en su fe, en su armonía, en su sustancia humana.
Nosotros confundidos, ella hacia ti, sin rumbo. ..
En medio de dos mundos total desorientada.
Late su pulso aquí, su memoria en tu nada.
Los años que se perdieron están aquí, ahora.
Los sueños que he vivido crecen entre mis manos.
Siento cómo han pasado tantos días y seres,
tantas cosas a mi lado sin que las viera.
Pero de pronto todo regresa y se reúne en la memoria,
y tantas vidas
en un solo deseo hoy he encontrado.
Has crecido, raíz,
en el cuerpo, en las manos,
en mí como una parte
visible de mí mismo,
en el pecho febril como un sueño palpable.
Dejaban su guarida
de pronto esos temores
oscuros de la sangre,
mi vida, frente a frente, y el fulgor
de un sueño interminable.
Decías tú palabras
íntimas, silenciosas.
Palabras que se dicen
del amor al amor,
de una boca a otra boca.
El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
memorables, dichosas.
Las hazañas diarias,
ilusiones del día,
las más pequeñas cosas;
palabras compartidas,
útiles, generosas.
El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
-otras no he de decir-
durarán como rocas.
Los límites
Pienso en mis límites,
límites que separan
el poema que hago
del que no puedo hacer,
el poema que escribo
del que nunca podré escribir.
Límites también, en consecuencia,
de lo que amo
y de lo que nunca podré amar.
Límites de lo que quisiera decir
o ver o tener.
Palabras que daría
para descubrir, palabras para ayudar.
Límites del amor, palabras
insuficientemente valiosas,
en un desierto inacabable.
Los pájaros vinieron...
Los pájaros vinieron y desaparecían.
Regresan las palabras a su sueño remoto.
¿Quién habla de esperanza ? Siento frío.
Sobre el dolor y aún más en la alegría,
-sobre estas rosas y en los ríos-
antes como después sobre la vida.
En el amor,
al comienzo, al final del desvarío.
El fruto de los árboles cesó.
En el humano vientre el fruto abunda.
El monte se levanta, se derrumba.
Sin sentido la tierra gira, gira.
Sigue la sombra tan profunda.
Sobre lo que más quiero, sobre las cosas mías,
tu ley y tu poder se imponen.
Años atrás, años ya en lejanía,
de mi propia morada alguien que yo no soy,
las llaves más secretas te ofrecía.
Tú las guardaste, quedan
sin ser recuperadas todavía.
...Y surgen llamas de pavor
dentro del corazón en estas noches frías:
cuando tú vienes sigilosamente,
cuando tú brutalmente a ti me obligas.
Te dieron vida y ahora vives
aun más allá de sus deseos.
Les fuiste una quimera necesaria
y te apoderas de tus dueños.
Y no diremos que no existes
aunque tenaces te neguemos:
si son en el desierto de su vida
sólo espejismos tus soñados reinos,
en nuestra mente estás, estás, acaso
más que nosotros eres cierto.
No sé de dónde vienen
tu risa, tu alegría,
en qué instante aprendiste
a mirar frente a frente
todo lo que tememos.
A mirarlo en los ojos
como si nada hubiera
que temer
y tu mirada
hubiese descubierto
entre tanto desorden
un principio de luz.
Como si tú estuvieras
al borde del misterio
y nada sorprendiera
tu fe
y nos hablaras
no de lo que estás viendo,
sino de lo que sientes
venir
y entiendes tan fácilmente...
Así entonces separas
del terror su envoltura
diaria
y tu mano
traza en la oscuridad
un camino seguro.
Y si algún día el aire viene bueno
y todo se ilumina,
nada cabe esperar.
El propio corazón rehusa el vuelo.
el dolor pesa más que la alegría.
Yo pregunto
Ha muerto mi padre.
Se repite su ausencia cada día
en el hogar vacío.
Yo pregunto,
y además de la ausencia y además
de perder los caminos de esta tierra,
¿qué es la muerte?
Yo te pregunto, padre, ¿qué es la muerte?
¿Has hallado la paz que merecías?
¿Encontraste cobijo en nueva casa
o vas errante, y sufres bajo el frío
del invierno más grande, del total
desamor?
Yo te pregunto, padre, si son algo
los muertos, o si la muerte es sólo
una inmensa palabra que comprende
todo lo que no existe.