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La venta del asno
El gato con botas
El abeto
El real del sastre
El oso
El abad y los tres eningmas
La corona de lata
Juan Sinmiedo
La princesa de las rosas
Lazarillo de Tormes
La piedra en el camino
El erizo y la liebre
La viejecilla y sus tres perritos
El lobo que creia que la luna es queso
La aguja de Zurcir
Caperucita roja
La abuelita
El enano saltarín
La venta del asno
El gato con botas
El abeto
Garbancito
El Hada soberana
Los pasteles y la muela
Quien no te conozca que te compre
El ganso de oro
El patito feo
La gata encantada
La nuez de oro
Juan el de la vaca
El rey durmiente
La vaca Nicolasa
La Princesa y el rosal
Aladino y la lámpara maravillosa
El regalo mágico del conejito
El Hada fea
El gnomo
Blancanieves y los siete enanitos
Los tres cerditos, videocuento
Blanquito Poema cuento a Margarita Debayle
Una mañana
Aviones de papel
El Zarevich cabrito
El Campesino, el oso y la zorra
Narciso y el rio
El hombre bueno y el hombre malo
La reina zarevna
El mago de Oz
El sombrero mágico
La bruja Dora
El rey rana
Monte Simelí
El Rey Pico de Tordo
Las tres hilanderas
La ranita que no sabia cantar
Historia de Aurora
La luz azul
El gallito Cresta de Oro
Los tres ermitaños
La invernada de los animales
El niño prodigioso
El Canguro y el pingüino
El cerdito valiente
La aventura del agua
No se puede comprar todo
El rey del Frio
La aventura del agua El jardín del paraiso


 

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Enviado por luis david gamonal suarez desde chiclayo-peru

EL SAPO Y LA GARZA

Había una vez un sapo que pasaba el día cazando mosquitos, zancudos y saltamontes para poder alimentarse.
Dicha actividad le marchaba bien porque cuando llegaba a los montes, zona donde se concentraban estos insectos, los capturaba sin ningún problema.

Un día el sapo fue a realizar su labor cotidiana a orillas del río y allí encontró a una triste y desconsolada Garza que al parecer pasaba una realidad contraria a el, entonces el anfibio se compadece de ella diciéndole:

-¿ Qué te pasa amiga garza?

-¡ Ah, amigo sapo! - respondió-. Si supieras que en lo que va del día no he podido cazar ningún pez y ahora tengo mucha hambre...

Entonces el sapo se ofreció voluntariamente a apoyar al ave y se le ocurrió una idea: auyentar presas a la corriente y apenas apareciesen los peces, ellos actuarían de inmediato.
La garza aceptó dicho plan, pero cuando lo realizaron no tuvo mucho éxito. En ese momento solo cazaron uno, que no fué suficiente para su paladar.

Pese a esto, seguían insistiendo e insistiendo, y siempre obtenían el mínimo resultado.
En un último intento, el sapo optó por zambullirse en lo más profundo del río, donde ahuyentaba a los peces de esta forma, la suerte fue su mejor aliado porque se amontonaron en dicho lugar un sin número de fauna fluvial.
Así la garza decidió entrar a nadar por el manso caudal en donde consumi&oacutae; cuanto pez se le cruzara y una vez que había llenado su buche, el ave avisó al sapo diciéndole
-¡ Hasta aquí, no más.

Y los dos salieron del agua y se dirigieron hacia una choza.
Allí la garza tuvo palabras de agradecimiento hacia el sapo, por su notable colaboración de la cual salió beneficiada, y le dijo:

-¿Cómo pagaré tu generosidad?

Y el anfibio recibió el aprecio con humildad respondiendo:

-¿Cuánto más satisfecho me siento yo dando que recibiendo?

Así el sapo demostró que cuando uno hace un favor, no debemos pedir nada a cambio, como hizo él con la garza y le cambió el rostro de nostalgia por el de felicidad.

Ambos personajes se despidieron dándose un fuerte abrazo.

FIN


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