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Fotograma Blancanieves de Walt Disney

Blancanieves y los siete
enanitos un resumen
y además el texto completo pulsando aquí

Resumen de Blancanieves

El castillo donde vivió Blancanieves de niña existe y ahora es Museo de del Spessart del distrito Main Spessart en la ciudad de Lohr.






Colorear varias imagenes de Blancanieves






Disfraces de Blancanieves


 


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De cómo el carpintero maese Cereza encontró un trozo de madera que lloraba y reía como un niño.

--Pues, señor, éste era...

--¡Un rey! --dirán en seguida mis pequeños lectores.

--Pues no, muchachos nada de eso.

Este era un pedazo de madera.

Pero no un pedazo de madera de lujo, sino sencillamente un leño de esos con que en el invierno se encienden las estufas y chimeneas para calentar las habitaciones.

Pues, señor, es el caso que, Dios sabe cómo, el leño de mi cuento fue a parar cierto día al taller de un viejo carpintero, cuyo nombre era maese Antonio, pero al cual llamaba todo el mundo maese Cereza, porque la punta de su nariz, siempre colorada y reluciente, parecía una cereza madura. Cuando maese Cereza vio aquel leño, se puso más contento que unas Pascuas. Tanto, que comenzó a frotarse las manos, mientras decía para su capote:

--¡Hombre! ¡llegas a tiempo! ¡Voy a hacer de ti la pata de una mesa!

Dicho y hecho; cogió el hacha para comenzar a quitarle la corteza y desbastarlo. Pero cuando iba a dar el primer hachazo, se quedó con el brazo levantado en el aire, porque oyó una vocecita muy fina, muy fina, que decía con acento suplicante:

--¡No! ¡No me des tan fuerte!

¡Figuraos cómo se quedaría el bueno de maese Cereza!

Sus ojos asustados recorrieron la estancia para ver de dónde podía salir aquella vocecita, y no vio a nadie. Miró debajo del banco, y nadie; miró dentro de un armario que siempre estaba cerrado, y nadie; en el cesto de las astillas y de las virutas, y nadie; abrió la puerta del taller, salió a la calle, y nadie tampoco. ¿Qué era aquello?

--Ya comprendo --dijo entonces sonriendo y rascándose la peluca--. Está visto que esa vocecita ha sido una ilusión mía. ¡Reanudemos la tarea!

Y tomando de nuevo el hacha, pegó un formidable hachazo en el leño.

--¡Ay! ¡Me has hecho daño! --dijo quejándose la misma vocecita.

Esta vez se quedó maese Cereza como si fuera de piedra, con los ojos espantados, la boca abierta y la lengua fuera, colgando hasta la barba como uno de esos mascarones tan feos y tan graciosos por cuya boca sale el caño de una fuente.

Se quedó hasta sin voz. Cuando pudo hablar, comenzó a decir temblando de miedo y balbuceando:

--Pero, ¿de dónde sale esa vocecita que ha dicho ¡ay!? ¡Si aquí no hay un alma! ¿Será que este leño habrá aprendido a llorar y a quejarse como un niño? ¡Yo no puedo creerlo... Este leño... Aquí está: es un leño de chimenea como todos los leños de chimenea: bueno para echarlo al fuego y guisar un puchero de habichuelas! ¡Zambomba! ¿Se habrá escondido alguien dentro de él? ¡Ah! Pues si alguno se ha escondido dentro, peor para él. Ahora lo voy a arreglar yo.

Y diciendo esto agarró el pobre leño con las dos manos, y empezó a golpearlo sin piedad contra las paredes del taller.

Después se puso a escuchar si se quejaba alguna vocecita. Esperó dos minutos y nada; cinco minutos, y nada: diez minutos, y nada.

--Ya comprendo --dijo entonces tratando de sonreír y arreglándose la peluca--. Está visto que esa vocecita que ha dicho ¡ay! ha sido una ilusión mía ¡Reanudemos la tarea!

Y como tenía tanto miedo, se puso a canturrear para cobrar ánimos.

Entre tanto dejó el hacha y tomó el cepillo para cepillar y pulir el leño. Pero cuando lo estaba cepillando por un lado y por otro, oyó la misma vocecita que le decía riendo:

--¡Pero hombre! ¡Que me estás haciendo unas cosquillas terribles!

Esta vez maese Cereza se desmayó del susto. Cuando volvió a abrir los ojos, se encontró sentado en el suelo.

¡Qué cara de bobo se le había puesto! La punta de la nariz ya no estaba colorada; del susto se le había puesto azul.

Cuentos infantiles: El gorrión de Carlota

Carlota tiene dos años y medio y le gusta ver a los animales, pero solo a los pequeñitos, los caballos como son grandes le dan susto.

Ayer me llamó muy apurada para avisarme que habia un pajarito en el cubo que tenemos debajo de la manguera de riego para recoger una pequeña pérdida de agua que poco a poco va acumulándose.
Me cogió de la mano y corriendo por el pasillo me sacó al jardín donde efectivamente en el fondo del cubo que tenia cuatro o cinco centimetros de agua estaba quieto un agobiado gorrión, con las alas mojadas y daba sensación de tener un cansancio infinito, en sus esfuerzos para tratar de salir de esa para él trampa mortal sus alas se habian mojado y le impedian alzar el vuelo, era muy joven lo que se dice un gorrión volantero.

- ¡Sácalo abuelo, sácalo por favor. !

Intenté sacarlo cogiendolo con la mano, pero su aletear frenético me hizo desistir para no hacerle pasar más estrés , entonces fuí volcando el cubo poco a poco hasta posar su boca en el suelo del jardín , salió el agua y nos quedamos viendo como salia al mismo tiempo el gorrión que liberado de su encierro no podia ni andar, se quedó quieto, pero no podia volar, se aplonó sobre el suelo creo que para descansar del calvario que habia pasado dentro del agua.

Carlota se sentó en el portal viendo con alegría al gorrión sin darse cuenta que acababa de salvarlo de una muerte segura.

- ¡ Abuelo, abuelo ! ¿le damos comidita ?

Mientras entramos a la cocina para coger migas de pán el pajaro andó unos centímetros para refugiarse detrás de una estanteria que hay donde colocamos los juguetes de Carlota.

Carlota lo buscó hasta que dió con él y sin tocarlo fué tirandole cerca de su pico trocitos de pan.

Para no agobiar al gorrión nos metimos los dos en la casa y cuando yo pensaba que tal vez pudiera haber muerto, Carlota me avisó que habia muchos pájaros piando en el jardín, salímos lo más rápido que pudimos y vimos junto al montón de leña que utilizamos en invierno para la estufa a cinco pájaros junto al gorrión de Carlota, alzaron el vuelo y el gorrión detrás pudo subirse al olivo con las alas ya casi secas a continuación saltó al pimentero tal y como le guiaban sus amigos gorriones y pudimos ver Carlota y yó como hizo a continuación un vuelo de más de treinta metros hasta perderse con sus gorriones guias hasta el jardin de Paulino.

Ahora todas las mañanas Carlota y yó después de darle los buenos dias a los perros Sombra y Estrella y echarles sus galletas de perro mañaneras, entramos a la cocina, repelamos los trocitos de pan del dia anterior y salimos al jardin a repartirlos por el suelo, al poco rato oimos y vemos a los pájaros comerse las migas de pan y Carlota siempre me dice señalando a uno de ellos : ¿ A que ése que canta ahora es mi amigo ?






Videocuento "Los tres cerditos", con dibujos originales de Pedro Vidal







    





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